Sigo porfiando, Camarada Gobernador de Mérida, Alexis Ramírez
No voy a hacer historia de cómo surgió Cormetur y de cómo derivó a política solidaria con la gestión de un alcalde socialista; el planteamiento sólo abarca características actuales, aclarado que las tiene por heredadas, por crecer torcido y el fatalismo dice que árbol que crece torcido… cosa que no es verdad en tiempos de Revolución. Tampoco me meteré con la productividad por trabajador de ese “plan de emergencia” y menos con la estela de pestilente corrupción que ha dejado en su transcurrir.
Eso que llaman “ornato” público es, desde tiempos
coloniales, una atribución del gobierno municipal. Nunca ha faltado una ordenanza que lo rija, y
ha pasado por muchas formas de organización: desde la utilización de mano de
obra indígena, organizada compulsivamente, hasta responsabilizar a los vecinos
por el “frente” que les correspondía. Si
revisamos, encontraremos que en los pueblos andinos ha estado siempre presente
la obligación de los vecinos de pintar sus casas una o dos veces por año (día
del patrono y Navidad), de mantener los terrenos vacíos libre de maleza y unas
cuantas obligaciones ciudadanas más. En
mi infancia mi padre me delegó el mantener desyerbado el empedrado del frente
de mi casa, allá en Yegüines, y también de ayudar a “blanquear” cada vez que
tocaba. Y en Mérida existen esas
ordenanzas, y están claras también las obligaciones de Consejo Municipal y
Alcaldes.
¿Por qué entonces la Gobernación cabalga una función
eminentemente municipal, o lo hace selectivamente? ¿Por qué sacarle la pata del barro a los
alcaldes que, además de maulas, son enemigos declarados de la Revolución? ¿Por razones de practicar un concepto de
turismo clasista e hipócrita, que muestra lo bonito y esconde la miseria? ¿Porque dispone de recursos sobrantes y
necesidades escasas? ¿Por qué hacerlo,
además, en una ciudad dominada por la sesgada “ideología merideña”, clasista,
excluyente, reaccionaria, enemiga declarada de la revolución Bolivariana, que
se mofa y aprovecha la buena voluntad de gobernadores?
Los turistas que visitan Mérida piensan que la ciudad está
limpia, ajardinada, bella, por la eficacia del alcalde, ese señor de oposición
que ven en una enorme valla en el terminal de pasajeros. Desde luego, de visitar el valle del Chama,
desde Santa Catalina a la Vega de San Antonio, de Los Curos a La Parroquia y
los asentamientos entre la Loma de los Ángeles y La Milagrosa, y de los
pequeños valles perpendiculares, y más allá, hasta La Culata y las Calaveras, y
los barrios “escondidos” en plena cuadrícula urbana… se les caería la primera
impresión de la capacidad de Lester Basura y lo reconocerían como lo que es, un
aprendiz de Fouché perfectamente inútil.
Ahora, si Cormetur está diseñada para lo que viene
cumpliendo y está amarrada a lo que realiza ¿por qué, camarada Gobernador, no
hacer esa tarea más eficiente, más socialmente útil, más políticamente correcta,
coherente con su pensamiento revolucionario y dejarle el coroto del
“embellecimiento” de avenidas y parques de la ciudad a Léster Basura, y mudar
toda la capacidad de Cormetur para los barrios desasistidos donde falta de
todo?
¡Y que falta de todo! y lo más grave, es que ese “de todo”
es lo que se ha ofrecido solucionar en sucesivas campañas electorales. Calles con deterioro terminal, falta de
aceras, cunetas, paradas de transporte público; aguas servidas, agua potable y
alumbrado deficientes; abandono total de los espacios tomados para recreación,
ausencia casi total de parques, “ajardinados” o no. Unas cuantas casas campesinas sobrevivientes,
que merecen una restauración, otras, más recientes pero de arquitectura
singular, que merecen una “arregladita”, un friso o una capa de pintura;
capillas, capillitas, monumentos mortuorios con valor que necesitan
mantenimiento, muros que deben ser limpiados de propaganda. En los barrios en cerros que no tienen calles
aptas para el tránsito vehicular (en Lasso de la Vega, hay muchos), veredas
inestables, escaleras peligrosas, caminos de tierra… Y hablo sólo de parte de los
problemas que se pueden enfrentar con el batallón de embellecedores de
Cormetur, que convertirían a barrios en “turísticos”, según un concepto social
de turismo.
¡Claro! Todas también atribuciones de la Alcaldía, pero
sacarle la pata del barro en los barrios abandonados es ser coherente con
privilegiar a los más desposeídos, quienes, a pesar del abandono y de saberse
afectados por una distorsión perversa de la distribución del presupuesto,
siguen creyendo “milagrosamente” en el chavismo, en la revolución, en este, su
gobierno, camarada Gobernador. Y quienes
no lo están, y continúan engañados por las luciérnagas de la oposición, es la
única cantera para obtener los votos que pueden derrotar la godarria merideña y
su satélite y alienada “clase media”.
¡No hay p´a donde más coger!
¿Cuándo hacerlo? ¡Pues YA!
Comunicarle al alcalde dejado que allí tiene su coroto, que asuma con
sus recursos su obligación. Racionalizar
las funciones de ese batallón de Cormetur, cortar de raíz contratos con quienes
proveen insumos y las plantas ornamentales que se quitan en plena vida para
colocar nuevas (acaba de suceder en el Parque Glorias Patria, y he visto cosas
más graves), darles tareas útiles a los numerosos capataces y a quienes
controlan a los “podadores” y jardineros, lavadores de fuentes, recogedores de
desechos, desde camionetas de doble cabina, sin bajarse, obstaculizando el tráfico. En este momento me pregunto, ¿es que acaso hay trabajadores “tercerizados”
en esas actividades? ¡Sería el colmo!
Y hacerlo YA, porque pronto nos la jugaremos en elecciones
donde el Imperialismo y sus secuaces nacionales y locales vienen por todo. Y afortunadamente estás en la vanguardia de
este estado, y tenemos muchas razones para seguirte sin pestañear.
Bueno, mi Gobernador.
Si le gustaron mis artículos, me avisa, que tengo muchas otras
preguntas, que jumean por el Sur del Lago, además del esfuerzo que estoy
haciendo para que se acoja un proyecto que no puedo tratar en este
escenario. Hasta pronto camarada
Gobernador.
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Sigo porfiando, Camarada Gobernador de Mérida, Alexis Ramírez