Lo último en des-abastecimiento y barbas en remojo en aporrea
Los artículos anteriores nos sirvieron para enraizar en la
historia la peligrosa debilidad de la Revolución Bolivariana para enfrentar el
des-abastecimiento de productos agrícolas y de bienes de consumo directo de primera
necesidad. Una agricultura para el
consumo interno con muy bajo desarrollo de las fuerzas productivas, sector
donde en 1999 privaba todavía la situación absurda de la Gran Propiedad (en muy
buena parte de casos, capitalista en su organización y manera de producir)
coexistiendo con la Mini y Micro Propiedad, y en esta, campesinos expertos en maravillosas
prácticas agrarias ancestrales pero sin soluciones ni canales eficaces para la
producción en la escala necesaria para asegurar la independencia, soberanía y
seguridad alimentaria.
En cuanto a la Gran Propiedad, enfrentada ideológicamente a
estos objetivos, estaba en pleno proceso de abandono de los cultivos que
alimentaron la agroindustria indispensable, con propietarios reconvertidos en
importadores de lo que producían, desde países cuya especialización, técnicas y
escogencia de insensatas prácticas impuestas por un desvirtuado desarrollo
tecnológico, monopolizado por empresas de un poder nunca antes visto, que aliados
a las oligarquías nacionales y capital extranjero, derribaron cualquier
decisión nacional de producir de diferente manera.
Esta presencia de abandono de producción para importar tuvo
un antecedente muy grave para algunos rubros de la producción nacional; fue el
plegamiento a la exportación de la sobreproducción de productos agrarios
subsidiados de Estados Unidos, cereales en especial, que significó para todo el
mundo colonizado la disminución de la producción de alimentos, el
recrudecimiento del hambre y la imposición de parones de consumo extraños. Los TLC con Estados Unidos contienen en sí
ese peligro, como lo ha demostrado transparentemente la agricultura mexicana.
Cierto que la Revolución Bolivariana ha incorporado a la
producción (o a la posibilidad de ella) una gruesa cantidad de hectáreas que
fueron distribuidas según criterios de propiedad radicalmente distintos a los
existentes, reforzado con un modelo de tecnificación que podría ser discutible,
pero la respuesta económica de ello aún no se ha dejado sentir, porque hay
escollos estructurales y contradicciones aún presentes. Y aquí es necesario introducir la “queja” de
los grandes propietarios de tierras en el país afectados por la política
agraria revolucionaria, que plañen por sus unidades de producción,
“desmanteladas e improductivas”, evocando un pasado que nunca existió, pues es
falso que alguna vez fueron capaces de “alimentar” el país. Entrar en las distorsiones económicas de esas
añoradas propiedades, así como en las características del modo de producir, la reinversión y la acumulación, escapa a este
artículo.
Una última característica general del sector agropecuario
heredado por la Revolución Bolivariana que utilizaremos aquí, es la paradójica
situación del uso de la tierra, con una clara raíz histórica. Las tierras agrícolas mejor dotadas, no muy
abundantes en nuestro país tropical, estaban y siguen estando dedicadas a una
absurda ganadería extensiva, que sólo en años de bajo consumo, disminución del
rebaño nacional y aprovechamiento del contrabando ha sido capaz de surtir de
carne, leche y otros productos derivados al país. Eso sí, ha permitido la existencia de una
clase desmesuradamente rica, ostentosa, desnacionalizada, poderosa
políticamente y vanguardia de la oposición al Gobierno Bolivariano.
Las tendencias del sector agropecuario de finales del siglo
XX fueron posibles por la “apertura” sin restricciones de los mercados a que
obligó el neoliberalismo, la misma situación que permitió la
“desindustrialización” y la “tercerización” que se daban paralelamente,
convirtiendo al mercado interno en dependiente de las importaciones agrícolas y
de otros bienes de masivo consumo directo.
Estas situación estructural, aunada a la no disposición expedita de
divisas, pues con el control de cambio se había cortado los canales que
históricamente las derivaban hacia minorías privilegiadas en detrimento del
pueblo venezolano, y en el momento se estaba produciendo una evaluación y
cambio de estrategia de su utilización, por las troneras de corrupción que
existían (creo que se estaba también atendiendo al servicio de la deuda
externa), permitió que el des-abastecimiento surgiera desaforado, y no hubiese respuestas
económicas gubernamentales de emergencia que lo detuvieran.
Sumado a lo planteado sobre las medidas que apuntan a la
reforma de la estructura agraria, aún sin respuestas decisivas, la loable política
de “reserva alimentaria” y la de suplir a precios justos buena parte del
consumo nacional, exitosa en situaciones normales de abastecimiento, no logró
enfrentar eficazmente la situación crítica que se comenzó a vivir en momentos
álgidos del panorama político nacional.
¡El daño fue mayúsculo! Ergo,
otro aspecto que demuestra la necesidad de profundizar el proceso imaginado, iniciado
y demarcado sabiamente por el gran Líder Chávez.
Por todo esto, estamos convencidos de que el des-abastecimiento
no constituye necesariamente una amenaza definitiva y a largo plazo contra la
existencia de la revolución Bolivariana, si se combinan estrategias de
corrección y asentamiento de la política agraria revolucionaria, con
importaciones complementarias o estacionales, realizadas por el Estado, dejando
fuera a los importadores de alimentos, que serían surtidos según sus
requerimientos en el territorio nacional.
¡Malhaya espacio y disponibilidad de recursos bibliográficos que en este
momento no tengo y que me obligan a escribir “de memoria”.
Paso a rematar este artículo con un tema bien distinto. Hay muchas barbas en remojo en el escenario
aporrea. Se le sacó punta fina a una
afirmación presidencial sobre la crítica de intelectuales y su peligro táctico,
y se convirtió en alarma general lo que se venía denunciando desde valederas
opiniones. Críticos, potenciales
críticos, creyentes de la crítica, autocríticos y similares, reviraron todos a
una, y que sepa yo, nadie había repudiado la crítica ni negado su carácter
indispensable en este y en cualquier proceso revolucionario del mundo. ¡Pero había que dejar sentada la posición
para la historia de la Revolución Bolivariana!
Afortunadamente aporrea, un lugar privilegiado para la
Crítica, tanto que aloja, aguanta y hasta promueve la crítica y la Crítica,
también aloja a los intelectuales que, por la práctica demostrada, más creen en
la necesidad teórica de la crítica que en su costumbre a hacerla, porque sus
escritos tienden a aportar soluciones y enriquecer la teoría revolucionaria y
sólo en momentos como los actuales, cuando pareció amenazada la correcta
práctica de la crítica, también salieron a sentar posición.
Y yo lo estoy haciendo, porque he sido responsable de
descargas merecidas, que asumo con todas las consecuencias, contra la crítica
falaz. Hasta el próximo, mis amigos, no
sin antes contarles que la única vía donde fluye el tráfico en Caracas, es
aporrea. Mi último artículo entró en
circulación a primeras horas de la madrugada, y a eso de las 9:00 am ya estaba
en el autopista de salida, a excelente velocidad; no pasó ni 24 horas
atravesando el amplio y crítico portal.
En aporrea.org
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