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martes, 11 de abril de 2017

El artículo del mes

La crisis de Corea y el futuro de la humanidad

¿Es Kim Jong-un un infame provocador?





En Yegüines de mi infancia dos conflictos se tenían como referencia de la calamidad que significaban las guerras, la de Pregonero y la de Corea.  La de Pregonero, por ser Yegüines área de influencia del general antigomecista Juan Pablo Peñaloza y origen de algunos de sus montoneros.  Ante cualquier pérdida material, el consuelo que surgía era el de que más se perdió en la guerra de Pregonero.  Y la de Corea, por la influencia de los relatos de la vecina Colombia, único país de América Latina que participó directamente, y a pesar de que sólo sufrió poco más del 4% de muertes y 8,5% de heridos entre los soldados participantes, las pérdidas se magnificaron en la tradición oral popular.  De cualquier cosa deteriorada en extremo, maltrecha o agujereada, se decía que estaba como si hubiese ido a Corea.

La guerra de Corea nunca finalizó.  Fue uno de los conflictos de contención del “comunismo” que siguieron a la II Guerra Mundial, el único que quedó sin resolver, con la inestabilidad que conlleva esa situación.  El proyecto aplicado en Corea del Norte condujo a la creación de un Estado sobre valores muy lejanos a los preponderantes impuestos por el capitalismo, pero de absoluta validez, aun cuando desfigurados ante la opinión mundial por el aislamiento auto escogido y el impuesto por los interesados de que no se convirtiese en ejemplo.

Desde el armisticio, Corea ha sido noticia; siempre la continuación de la guerra se ha planteado como inminente, y las dos sociedades están preparadas militarmente para tal acontecimiento, pero en este momento Corea está recalentando el corazón de los medios, lo que nos deja un mal sabor en la boca, porque creemos que un enfrentamiento en las condiciones actuales dejaría a Corea del Norte herida de muerte y al mundo al borde de una catástrofe.

No creo en la intención ni en la capacidad de Corea de llevar su poder atómico al corazón del enemigo, ya que sus portadores son imperfectos, y sí en la saña del imperialismo, capaz de usar armas nucleares tácticas en el inicio mismo de un enfrentamiento militar.  No creo que el poderoso ejército convencional norcoreano resista por mucho tiempo la arremetida de los ejércitos modernos de sus enemigos.  Creo que la destrucción y la muerte acabarían con el experimento norcoreano y que su reacción de mayor alcance apenas será sentida entre vecinos cercanos.

¿Por qué, entonces, el alboroto permanente de Kim Jong-un? ¿Por qué no fortalecerse internamente tratando de solucionar las crisis internas que periódicamente afligen el país?  ¿Por qué atraer sobre si a todo el poder infernal?  ¿Por qué no buscar acomodo en un mundo que está en el punto de quiebre del poder hegemónico y tiende a la multipolaridad?  ¿Se cierne sobre Corea del Norte una amenaza real sobre su existencia como nación?  ¿Puede Corea presumir de amigos incondicionales?  ¿Cree la dirigencia norcoreana que los efectos de una guerra atómica focalizada detendrán la agresión del imperialismo inclemente?  ¿No será que los halcones del imperialismo siempre han deseado establecer un precedente como para evitar más discordancias en el mundo, y que el actual presidente de Estados Unidos puede prestarse a este deseo incumplido?

Siria, que está luchando denodadamente contra las pretensiones del sionismo que ha echado mano a los más atroces métodos para su propósito, es otro foco posible generador de una catástrofe nuclear mundial, pero contra las apariencias, es Corea la que está más cerca de ese horror, pues no tiene aliados que ofrezcan reaccionar contra la locura del imperialismo.

Es el deseo de todos que la historia marche por senderos propicios.  


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