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jueves, 23 de mayo de 2013

La pasarela de los culpantes históricos del des-abastecimiento



La situación de la agricultura para abastecer el mercado interno fue siempre deprimente (ínfimo desarrollo de las fuerzas productivas) y la crisis de la agricultura para la exportación también la afectó negativamente.  La actitud de los propietarios frente a la crisis va desde ajustar la producción a las reducidas cantidades y bajos precios de exportación, explotando más extensivamente sus tierras, hasta sustituir cultivos, pero no por productos agrícolas de consumo masivo, sino por caña y pastizales, cambio que en el caso de Los Andes conllevó un alto costo ecológico.

La reforma agraria del 61, estructuralmente incompleta, tuvo entre sus efectos la disminución de la producción, pues, entre sus numerosas limitaciones, dividió en parcelas unidades de producción productivas, desarticulando la producción por el carácter privado de cada una de las parcelas y la falta de un proyecto comunitario.  Además, tal había sido la carencia histórica de los campesinos beneficiados, que la satisfacción de sus necesidades reprimidas significó el descenso de la producción para el mercado, y la importación de alimentos se convirtió en rutina política.

Avanzados los ochenta, cuando ya se había producido la relatifundización y se acentuaba esta tendencia; en la “intelectualidad” comenzó a privar el criterio de que para qué una nueva reforma agraria si “no había campesinos con qué hacerla”… y era que miraban la realidad del campo venezolano a través de las estadísticas que reflejaban un proceso de urbanismo superior al 95% de la población, y desde la fractura neoliberal que estaban sufriendo sus molleras.  ¡Errados los “incautos”!  Además,  lo que quedaba de agricultura productiva, sufrió la debacle que significó la neoliberal “apertura del mercado”, que la coleteó tan intensamente como a la industria.

La sustitución de importaciones populista provocada por la crisis del 29-33-54, no alcanzó en Venezuela grandes vuelos.  Luego de agotado el populismo, Pérez Jiménez, inspirado por el efecto demostración de los logros de los países donde se había dado plenamente, adopta una política económica populista y sienta las bases definitivas de lo que sería la industria (industrialización es mucho decir) venezolana en las dos décadas siguientes.  Para el análisis, dejamos de lado la creada bajo los auspicios y control del Estado y la relacionada con la producción petrolera.

Igual que en los países que alcanzaron la industrialización a la sombra de la protección que les brindara la crisis mundial, cuando fue patente la incapacidad de los países desarrollados de atender más lejos de sus enfermas narices, fue la protección instituida la que permitió el surgimiento de la industria.  En los sesenta se produjo la separación definitiva entre lo que pudo aproximarse a una burguesía nacional, los agrupados en ProVenezuela, entre los cuales resalta la figura de Alejandro Hernández y la “burguesía” que se plegó al capital extranjero, que vendieron sus emergentes industrias o se ataron a la dependencia a través de royalties y concesiones.  Por su parte, el capitalismo recuperado de su crisis, encontró los mercados cerrados por el proteccionismo estatuido y optó por penetrarlo con industrias ensambladoras de bienes de consumo directo, dependiente de la importación desde sus matrices de productos semiterminados e insumos, de iguales características en cada una de las naciones con mercados protegidos, sin importar la dimensión de estos.

En condiciones de protección extrema, sin competencia, la industria “nacional” produjo de manera ineficiente, no competitiva y sus productos fueron de mediana o baja calidad.  Excepciones, claro; la que conllevaba protección natural (materiales de construcción, bebidas, lácteos… ) o de baja composición de capital en el momento (textiles, tejidos…).

Un industria así planteada cayó estrepitosamente con los primeros vientos del neoliberalismo, ante el comienzo de la pérdida de la soberanía y aceptación de la imposición de la apertura de los mercados.  Cual fila de dominó desaparecieron o se debilitaron a extremos textiles, línea blanca y marrón, metalmecánica, química, farmacéutica, peletera, confección,… y comenzó una recomposición de la de productos masivos de consumo, incluyendo agroalimentaria y la de productos de uso personal.  También, se incrementó la venta al capital extranjero o a monopolios nacionales en formación, de industrias que constituyeron hasta entonces una referencia nacional.

Una característica de involución burguesa, maligna para la sociedad, afortunada para los protagonistas, fue el desdoblamieno de los industriales, nacionales y extranjeros, en comerciantes.  El capital extranjero comenzó a sacrificar las líneas de producción, dejando las mínimas para justificar su presencia, y se convirtieron en importadores de lo que antes fabricaban en el país y de productos novedosos, desde donde su producción gozaban de mayores ventajas comparativas.   Los empresarios “nacionales” hicieron otro tanto, contribuyendo a inundar el país con importaciones perfectamente susceptibles de fabricación nacional.  Este comportamiento de la burguesía nacional y extranjera fue sobretodo exitoso en la nueva situación de control de cambio y divisas instituido por el Gobierno revolucionario, ya que canalizaron hacia ellos las divisas cedidas para las importaciones, necesarias o no.

La apertura neoliberal de los mercados trajo otras consecuencias quizá más destructivas de la economía nacional, además de las reflejo directo de la desaparición de industrias, como el cultivo del algodón.  Fue el abandono definitivo de rubros agrícolas ahora importados de países con tendencia a la mono producción, la extensión de su frontera agrícola, la adopción de prácticas agrícolas atadas a los grandes controladores de nuevas tecnologías, que lograron alta productividad y arrasaron la agricultura en muchas regiones del mundo.  Muchas de esas empresas lograron también canalizar las divisas otorgadas para la producción de alimentos.


Después de estos enormes trancos de gigante de cuento infantil, queda empatar la situación de ínfimo desarrollo de las fuerzas productivas en la agricultura y el falso desarrollo de ellas en la industria, con la crisis de des-abastecimiento que sufrimos, a pesar de los esfuerzos del Gobierno Revolucionario para lograr la soberanía y seguridad alimentaria y para reanimar la industria nacional.  Nos veremos en el próximo.


También en aporrea.org

La pasarela de los culpantes históricos del des-abastecimiento







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