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domingo, 4 de febrero de 2024

LA RELIGIÓN, ¿OPIO DE LOS PUEBLOS O DE GOBERNANTES?



    Todos tenemos el inalienable derecho de comunicarnos con cualquiera de los dioses que la humanidad ha creado y de hacerlo directa o mediante intermediación de personas o entidades constituidas para ello.  Esto es algo intrínseco a la condición humana, finita y expuesta históricamente a avatares cuya explicación no siempre se ha tenido a mano.  El creer en seres superiores, individual o colectivamente, es un derecho que no puede ser sometido a discusión. No creer en ellos, tampoco. 


    La creencia y la relación con los dioses han sido instrumentalizadas en las culturas de toda la historia de la humanidad, creándose estructuras que van más allá del propósito de intermediación entre humanos y dioses para cohesionar a los individuos alrededor de fines meramente terrenales.  Esas estructuras, de variada composición, simples o complejas, son a lo que se denomina iglesias. 


    Desde las más remotas culturas poder temporal e iglesias han hecho coyunda para mantener la dominación de clases y perpetuar el orden económico establecido.  Todos los llamados imperios han tenido detrás del trono a una iglesia que permite y facilita el cumplimiento de sus objetivos imperiales.  Esta asociación de intereses mutuos fue elemental en el sometimiento de los nativos americanos por parte del imperio español, qué puso en manos de la iglesia el control social de las poblaciones a cambio de asegurar su monopolio ideológico en una época de resquebrajamiento de la iglesia católica, qué paría nuevas iglesias en función del fortalecimiento de nuevos intereses imperiales. 


    Las iglesias imperiales no son liberadoras, sino remachadoras de los intereses coloniales. La tan mentada teología de la liberación solo fue una anomalía de la iglesia católica, que la hizo desaparecer como lo había hecho con todas las herejías surgidas en su historia.  Eclesiásticos con pensamiento social transformador no tienen significación importante dentro de la estructura eclesial y más bien le sirven como distractores de los verdaderos objetivos de las iglesias.


    Las iglesias imperiales no perfeccionan la relación de los fieles con el dios, sino que le imprimen valores de supeditación, de resignación, de fidelidad, a cambio de un premio remoto en la inmortalidad que le atribuyen al espíritu –alma– de los humanos.  En el orden terrenal, su destino se entrelaza indisolublemente con el del imperio, cuyos objetivos bien merecen cualquier sacrificio.


    Esto no debería afectarnos si no fuese porque la supeditación a las creencias religiosas, la militancia en iglesias, no condujesen a anteponer los objetivos teológicos a cualquier razón temporal de perfeccionamiento del mundo en que transcurre la vida terrenal.  Y es lo que está sucediendo en el interior de las organizaciones políticas creadas para combatir las desigualdades impuestas por los imperios en la tierra. 


    En la iglesia católica la defensa de los intereses de las clases dominantes no ha variado desde su institucionalización cuando el emperador Constantino.  Salvo excepciones transitorias (¿tácticas?) la jerarquía eclesiástica ha estado al lado del poder terrenal, apuntalándolo con razones metafísicas.  


    En el caso de las iglesias evangélicas nacidas en el seno del capitalismo, han desarrollado conceptos teológicos que implican el cumplimiento de sus objetivos estratégicos de dominación.  Es lo que estamos viviendo en el caso del genocidio del pueblo palestino y el silencio de las iglesias detrás del imperio que la permite y perpetra… un interés geopolítico obviado por la necesidad inexorable del triunfo de <<Israel>> y su conversión a la fe cristiana, lo que provocará la segunda venida del Mesías y la redención definitiva de la humanidad.


    En nuestros países el carácter misionero de estas entidades eclesiásticas, verdadero atropello a la razón, está favorecido por una arcaica legislación sobre la materia o su ausencia y el impulso simultáneo de ciertos <<derechos humanos>> que le abren paso.  La prédica es muy eficaz en sectores de la población hastiados de la mala praxis del catolicismo, la ilusión de una relación más cercana con dios y la intermediación de una jerarquía semejante a los evangelizados.  El uso masivo de medios de comunicación y de las nuevas tecnologías favorecen el proceso de emigración hacia comunidades cristianas, pero, como en la antigua Galilea, no falta la acción de portentos y milagros prefabricados.


    No podemos dejar de lado el hecho de que una parte importante de iglesias cristianas que surgen cada día tiene un carácter económico especulativo.  Son mecanismos para el enriquecimiento desproporcionado de pastores y adláteres, frecuentemente convertidos en escandalosos casos mediáticos.


    Una vez lograda la incorporación de la población a las nuevas iglesias, se plantea la penetración de las organizaciones sociales y partidos políticos populares, progresistas, a las que desfiguran irremediablemente.  Es lo que está pasando en el PSUV, gigantesca organización popular creada con objetivos políticos de hacer desaparecer las miserias humanas derivadas de la explotación de clases y el ejercicio de intereses imperiales, dándole en esta vida la mayor suma de felicidad posible al pueblo.  Así, los logros materiales de elevación del nivel de vida de las poblaciones se sacraliza, pasa a ser obra divina olvidando la historia de luchas sociales acumulada.  De repente, todo pasa a debérsele a la divinidad que obra con intermediación del  político mesiánico que llegó ese cargo por luchas eminentemente terrenales.  El político pasa a ser sacerdote, pastor, guía espiritual, desmadejando la lucha popular, torciendo el sentido de la participación y comulgando con la hostia del anticomunismo siempre presente en las iglesias.


    Fines terrenales supeditados a los divinos; absurdos teológicos que impiden la realización de la redención en la tierra; soterrada comunidad de intereses con los fines de las clases dominantes y los intereses imperiales; parálisis de las luchas populares y surgimiento de movilizaciones que entronizan la oración como mecanismo de transformación.  Todo esto le da un carácter asistencial, caritativo, a las administraciones gubernamentales que se olvidan de la economía planificada, la socialización de los medios de producción, la creación de una sociedad basada en la igualdad, la equidad económica y la cooperación, la lucha contra el capital y el imperialismo, la educación liberadora… y todos los objetivos que hicieron aparecer y fortalecer los partidos que están penetrando y mediatizando. 


    No agoto aquí el tema.  Lo seguiré desarrollando con aspectos como el poder cristiano como factor de selección de funcionarios, la búsqueda de reconocimiento de los gobernantes cristianos ante las jerarquías eclesiásticas, que jamás cederán ni un ápice de su posición doctrinal sobre la sociedad y su manejo, el alcance en el dominio de los medios de comunicación.  


    Hoy remato con la inclusión de un artículo de José Pausides que apareció en las redes el 6 de enero de este año y que quizá animó el escrito que acabo de presentar.









La Espiritualidad como ejercicio de emancipación individual ante la Religiosidad como mecanismo de domesticación y dominación ideológica.


Por: José Pausides






Cada quien es libre de tener y profesar las creencias espirituales que le parezca mejor, tal como lo establece la constitución, el nuestro en la República Bolivariana de Venezuela es un Estado Laico.


Lo peligroso es, que las tendencias religiosas hayan minado y minen el Partido de Chávez y el Proceso Político Revolucionario.


Ahora todo el mundo se da golpes de pecho y habla el "lenguaje de las bendiciones".


A mi parecer, acudimos a la "despolitización" del partido, al vaciamiento político de la revolución, pretendiendo ser sustituidos y desplazados los contenidos, preceptos y planteamientos políticos por la "evangelización" de la organización política popular que debería ser revolucionaria, en consecuencia combativa, emancipadora, liberadora y no domesticadora del ser.


Estamos viendo ante nuestros propios ojos, valga la expresión, lá "bolsonarización" del proceso revolucionario a nombre de la fe.


Brasil es el ejemplo más cercano de como las derechas lograron penetrar las bases sociales de apoyo del proceso de transformación iniciado por Lula, lo que llevó luego, entre otros factores, al derrocamiento de Dilma, posteriormente al encarcelamiento del "líder obrero" del gigante del sur, para neutralizarlo y facilitar la ascención al poder del facista que se hizo llamar el "mesías", para a nombre de la fe propiciar la devastación de la Amazonía favoreciendo a los ruralistas; es decir, al gran capital transnacional del agronegocio, los transgénicos y la  extrangerización de la tierra; en detrimento de los Pueblos Indígenas guardianas de la sagrada selva amazónica.


El fascismo una vez en el poder tuvo también como legado; en su contribución a la reducción de la población en el planeta, parte por cierto de la Agenda 2030 de la ONU; dejar morir a miles de personas en Brasil durante la pandemia, al no implementar premeditadamente desde su gobierno ningún plan sanitario que atendiera la crisis humaniraria inducida por el COVID-19.


La victoria del "mesias", más que victoria política, fue una victoria religiosa, que movilizó a millones de brasileños y brasileñas con un discurso "anticomunista", un discurso fascista, que criminalizó al "Partido de Los Trabajadores" y en consecuencia planteó, más allá de los propios errores de las gestiones de Dilma y Lula estando su momento en el poder, la derrotra estratégica del candidato que desde el "PT" sustituyó a Lula, Fernando Haddad.


Al mismo tiempo, la lectura de ese revés lo que en realidad expresó, fue un ejercicio de "hegemonía religiosa" en contra de las transformaciones sociales y políticas que realmente las grandes mayorías necesitaban, quienes manipuladas por la fe sucumbieron ante los intereses del gran capital y de la iglesia.


Se consolidó entonces el "Síndrome de Estocolmo", un poco como promovieron en Bolívia, y así en diversos lugares de Suramérica.


Estudiemos a profundidad, quitándose casa quien como sujeto político la mano del corazón religioso y razonando con criterio revolucionario hoy en torno a la cuestión de fondo:


¿Cual es el impacto y el nivel de infiltración, de penetración de la religiosidad, en particular del "cristianismo evangélico", con sus diferentes vertientes, en nuestros barrios, en nuestras comunidades, en nuestros Consejos Comunales, en nuestros CLAP, en nuestras UBCH y sus Estructuras fe Base, Estructuras Medias y de Dirección Estadal y Nacional del PSUV, en el Gobierno a sus diferentes Escalas, en el Estado que debe ser Laico?.


Si somos capaces de identificar objetivamente esa "infiltración religiosa" aunado a la cooptación y la construcción de relaciones clientelares de las y los sujetos que ocupan cargos de dirección política, entonces podemos debatir revolucionariamente sobre el rumbo que debe tomar el Proceso Político de Chávez, que bastante se disputo con las cúpulas y las tendencias religiosas que vivían cual parasitas adheridas al mismo Estado.


Si no existe esa disposición de desprenderse de la posición personal religiosa, comprensible por demás, entonces ya de por sí, salir en defensa de lo indefendible termina siendo cuanto menos sospechoso... Dice un dicho "...a confesión de parte... relevo de pruebas..."


Ese movimiento que ha infiltrado hasta los tuétanos el proceso revolucionario, aunado a otros factores, ha pretendido consolidar al PSUV y a las Instituciones del Estado en unas suerte de "iglesias", templos religiosos, que  desmovilicen la base social  de la Revolución Bolivariana Socialista de Chávez.


Hay lugares donde manda en el barrio, en las comunidades, es el pastor o ahora la pastora, en consecuencia, ante convocatorias de sectores revolucionarios de base del mismo PSUV, de los Consejos Comunales o los CLAP, si el pastor ordena a la gente que no participe, pues esta sencillamente no va, a nombre de la fe, porque el pastor "habla en el nombre de dios".


Por otro lado, pasó en la sede municipal del PSUV en Iribarren, nadie me lo contó. Ahora a los aportes que desde allí en ocasiones le otorgan a las Jefas y Jefes de UBCH, les llaman "bendiciones", está hasta escrito en un papel.


El termino incluso "bendiciones" termina vaciado del contenido amoroso y sagrado que pudo haber tenido en boca de nuestros abuelos y abuelas, de nuestras madres y padres, hoy se ha banalizado, en consecuencia también se ha vaciado de su esencia y se ha convertido en una falacia más en los labios que la pronuncian sin corazón.


Ante estas circunstancias, al increpar esta práctica y reflexionar sobre la naturaleza del Partido Socialista Unido de Venezuela, que se trata de un partido político y que además debe ser revolucionario, la respuesta ha sido que están ahí es "por gracia divina de dios", es decir, para mi interpretación no es gracias a las luchas revolucioarias de un poco de gente que se fue al combate a la calle, en la montaña, en los campos de batalla, y no se quedó de rodillas esperando que cayera del cielo el milagro de la revolución.


Insisto, el Partido y el Estado deben ser Revolucionarios, Laicos en consecuencia, de manera que no corramos el riesgo de Brasil, y no termine haciéndose abiertamente del poder el fundamentalismo religioso como pasó en Bolivia, que lo primero que hizo fue aplastar la rica y muy grande diversidad expresada en la cosmovisión de los Pueblos Originarios, mandando como uno de sus primeros ejercicios recolonizadores, a desaparecer la Whipala, Bandera de los Pueblos del Tawantinsuyo. 


Todo esto con la Biblia en la mano y a nombre de dios, un poco emulando el relato de Eduardo Galeano en su obra magistral "Las Venas Abiertas de América Latina" (p. 235), :


"... con el signo de la cruz en las empuñaduras de las espadas... antes de cada entrada militar, los capitanes de conquista debían leer a los indios, ante escribano público, un extenso y retórico Requerimiento que los exhortaba a convertirse a la santa fe católica: «Si no lo hiciereis, o en ello dilación maliciosamente pusiereis, certifícoos que con la ayuda de Dios yo entraré poderosamente contra vosotros y vos haré guerra por todas las partes y manera que yo pudiere, y os sujetaré al yugo y obediencia de la Iglesia y de Su Majestad y tomaré vuestras mujeres y hijos y los haré esclavos, y como tales los venderé, y dispondré de ellos como Su Majestad mandare, y os tomaré vuestros bienes y os haré todos los males y daños que pudiere...»..."


El que quiera profesar su fe es libre de hacerlo, en su iglesia, en su templo, en su lugar de congregación religiosa.... ahora, quienes aspiramos las transformaciones revolucionarias que nuestro tiempo histórico exige, asumimos al Partido como la instancia necesaria para la organización del pueblo que combate contra cualquier sistema de dominación, en consecuencia nuestra posición política será confrontar las distorsiones, las desviaciones ideológicas y políticas, que tratan de desdibujar la revolución a nombre de dios y del gran capital.


Les invitamos a estudiar "La Teología, la Filosofía y la Pedagogía de la Liberación", para ello les recomiendo tres importantes teóricos: Leonardo Boff, Frei Beto, Paulo Freire y Enrique Dussel.


La revolución requiere de una militancia que se forme en el pensamiento crítico, que sea capaz de desmontar los aparatos ideológicos de la dominación. Sino, estamos perdidos.


"...La Revolución la hacen los revolucionarios... y las revolucionarias...", parafraseando a El Che.


Patria o Muerte!!!


Venceremos!!!


@Pausides

06ENE2023





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