UNOS CUANTOS BURGUESES NO HACEN VERANO
(Buscándole
la madre a la seudoburguesía rentística venezolana, IV)
“La industria que ha tomado mayor
incremento es la cigarrera debido a que las máquinas, el papel y la picadura
vienen del exterior: toda la ciencia del industrial consiste en fijar bien la
parte proporcional de tabaco inferior del país, con que debe mezclar el que
importa, que no es de primera tampoco.”
Delfín A. Aguilera. Venezuela 1900.
En la
entrega anterior (http://frontinoso2.blogspot.com/2015/07/burguesia-nonata-porque-el-tamano-si.html) enumeramos las rendijas por las que podía colarse
industria en un modelo económico que la negaba por definición, al especializar las
economías en la producción y exportación de alimentos y materias primas, a
cambio de importar bienes del sector secundario, capitales y migrantes, de los
países que ya transitaban su segunda revolución industrial. Efectivamente, la industria se coló en muchos
países latinoamericanos, en los que el modelo primario exportador fue capaz de desatar
un proceso de urbanización y crear un mercado interno considerable. No fue el caso venezolano hasta muy entrado
el siglo XX, por la carencia de un producto que conformara un sector exportador
poderoso y una clase social aneja con el suficiente poder para consolidar el
Estado liberal.
En el XIX
hubo excepciones, y para el reducido mercado aparecieron fábricas como una de
papel, una imprenta, plantas tempranas de generación de electricidad, una
fabrica de pabilo, otra de liencillo y, más que fábricas, talleres artesanales
ampliados de muebles, zapatos, sombreros, cigarrillos, velas, jabones…
generalmente pequeñas y de corta vida.
Al
convertirnos en país petrolero, el carácter de enclave de esta actividad y la
conversión del Estado en rentista, limit´ la capacidad de generar las
industrias características del período. Los
efectos de la explotación petrolera sobre la mediocre economía que había
permitido mantener la integridad territorial e instituciones nacionales, son
harto conocidos, al igual que los que marcaron las tendencias de la
redistribución geográfica de la población ajena a toda lógica. El mercado que permitió la economía petrolera
tampoco alcanzó para el establecimiento de las industrias posibles en el modelo
primario exportador, que fue abastecido con importaciones. En la mayor extensión del territorio prevaleció
una población rural, suficiente en la mayor parte de sus necesidades, y
alrededor de las áreas de actividad petrolera, densos núcleos urbanos que
sobrevivían de los ingresos del mínimo porcentaje de la mano de obra empleada
directamente en esa actividad. La
demanda generada aquí, y en los núcleos urbanos administrativos, no era
suficiente para que emergiera una industria local… salvo las excepciones planteadas
en el párrafo anterior y unas pocas más que aparecen aprovechando la protección
natural máxima y la sombra del régimen gomecista.
En 1907 se
establece la primera fábrica de cemento, la única hasta 1930; en 1908 aparece
Lactuarios Maracay; la industria textil como tal, apareció ya muy cerca de los
treinta (Telares Maracay,1927). Son
ejemplos casi únicos de los tipos de industria posibles bajo el modelo primario
exportador detallados en el escrito anterior: protección natural por el alto
costo de su traslado, carácter perecedero del producto y baja composición de
capital. Ligado directamente al sector
exportador, aparecen las refinerías San Lorenzo (1917) y La Salina (1925), de
la Shell y la Creole, respectivamente.
Aparte de lo nombrado, sólo se dio la generación de electricidad en las
ciudades más importantes, y distribuidas por todo el país, tenerías, trapiches,
aserraderos, destilerías, imprentas, hornos de cal, fábricas de aceite, hielo,
fideos, muebles, zapatos, sombreros, cigarrillos, velas, jabones …
Las
industrias presentes fabricaban para el mercado interior, salvo las de azúcar,
panela y cueros, que tuvieron cierta presencia en las exportaciones del país.
El
principal “industrial” de la época fue Juan Vicente Gómez, que no sólo lo era
de fábricas creadas directamente, como las numerosas edificadas en Maracay,
sino que pechaba en acciones todas las importantes que se establecieron. Como anécdota, al saber que un inmigrante en
territorio merideño pensaba establecer una fábrica de cemento, le condicionó el
permiso a la cesión del 50 % de las acciones.
Sin demostrar su absoluto desacuerdo, el promotor encontró suficientes
razones para no continuar con su proyecto.
Fue esa
escuálida industria la que generó “industriales” que bien pronto descubrieron
que la verdadera mina de riqueza estaba en la importación de bienes
manufacturados, es decir en el papel de “comerciantes”. De burguesía, poco o nada; de poder político,
cero; y el social se lo otorgaba el apoyo irrestricto a Gómez, la fidelidad a
su gobierno. Sencillamente formaban
parte, no diferenciándose por comportamiento alguno, de esa clase social cuya
riqueza derivaba de la posesión de la tierra y la salpicadura de la corrupción
en el manejo de las finanzas públicas, que menguaba a la sombra del régimen y
constituía su apoyo fundamental… en toda la historia del país, esa clase ha estado
muy vinculada a dictadores y déspotas. Desde
luego, los apellidos de esos señores eran Zuloaga, Boulton, Mendoza, Delfino …
El próximo
escrito lo dedicaremos a examinar la otra frustración del aparecimiento de la
burguesía en Venezuela, en el período de la crisis 1929-1954, origen de otro
ramal de la burguesía latinoamericana, gracias a la industrialización por
sustitución de importaciones.
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