NICHOS PARA PASAR EL RATÓN DE LA GUERRA ECONÓMICA
Conozco a gente que si bien no era
patria-o-muerte, se empataron con Chávez y su sublime locura. Pasaron firmes todas las pruebas a que fuimos
sometidos y, con el temor natural, atravesaron los mares difíciles sin oír los
cantos de sirena. Allí estaban, mirando
alegres el futuro, orgullosos de lo que estaban aportándole, hasta que
sobrevinieron los efectos de la guerra
económica y no supieron determinar de dónde venía el fuego, y se convirtieron
en víctimas colaterales. Apabullados por
la escases, la especulación y las colas, afectados por la inflación
–realidades, no lo dudo– rindieron sus banderas y se ubicaron en nichos
alternos, algunos colindantes con la oposición desalmada.
Nichos heterogéneos. El más socorrido es un territorio indefinido,
gelatinoso, ni de aquí ni de allá, donde se parapetaron para disparar tiritos
fríos contra los males que atentaron contra la comodidad y la abundancia
artificial que desde tiempos recientes habían gozado; pero como el parapeto
necesita ser reforzado para permanecer en él sin vergüenza, se van deslizando
sin proponérselo hacia los abismos de la contra.
Hacer mutis es otro de las oquedades
de refugio, y cuando expresamos ¿qué será de la vida de Fulano que anda perdido?
ya la evasión se ha cumplido. Se pierden
y se van enfriando, como muriendo en vida, porque en tiempos difíciles como
este, es el calor de la lucha lo que nos mantiene vivos.
Los barracones de los dioses son de
los más ostentosos abrigos, aún para descreídos de toda la vida; el misticismo
es cómodo y capaz de solazar al más golpeado, y el privilegiar la unión del
alma con la divinidad, desde muy antiguo tiene más mérito social que enfrentar
las dificultades.
En oportunidades la fuga está muy bien
justificada. Cuando la crisis quiebra un
modo de vivir, cuando te acogota y te sume en el desamparo, quizá el huir sea la
salida más inmediata; pero cuando el gemir se sustenta sobre la falta de papel
higiénico, champú o productos alimenticios sustituibles, sobre la visión de
estanterías vacías, sobre las trampas caza bobos montadas por agentes de la
subversión, la vaina denota una miopía extrema, una inconsistencia deshonrosa, y
el traslado a los nichos intermedios hay que aplaudirlo… en quince años otros
se han quedado en el camino por menos y, lo contrario a lo que propugna un perjudicial dicho, quien
se va sí hace falta.
También se puede huir hacia
delante. Sucede cuando se prorratea la
explicación de la crisis entre los dos ejércitos beligerantes, como si mas que
participante en uno de ellos hubiese sido mero espectador. En el caso, se opta por salirse por la
tangente y, en lugar de reforzar la vanguardia de mi gobierno, me radicalizo en
la periferia de la batalla, pasando a ser espantapájaros en lugar de combatiente. Examinar la historia de las revoluciones
instruye sobre el surgimiento de radicalismos en los momentos difíciles de los
procesos, su inutilidad y los daños que ocasionan… no podíamos ser excepción.
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