Dime con qué víscera te acercaste a Chávez…
y te diré tu posición política actual.
Resignados estábamos después de la insurrección fallida de los sesenta y desesperanzados después del <<fin de la historia>> observando el reacomodo inducido y remunerado de personajes señeros de la revolución en esquemas doctrinarios reñidos absolutamente con los sueños y las utopías. Se abrió un abismo insondable en el que pocos no caímos pero solo para quedar flotando en la nada del asombro inútil.
El socialismo había sido objeto de una guerra asimétrica que lo hizo jirones y todo parecía que las modalidades de capitalismo que emergían inauguraban una larga etapa histórica. Se declaró fracasado y se deslegitimó como fuente de propuestas políticas para corregir la barbarie en que el capitalismo había sumido a la humanidad.
Pero quedaron rescoldos, quedaron insumisos señalados como utópicos y, como tales, delirantes. Echando mano a viejos mitos, de repente el firmamento se pobló de Aves Fénix y los corazones de los irredentos se llenó de memoria y esperanza. Y en ese contexto apareció Chávez, que revive en América la esencia animadora de los cambios históricos de la humanidad, el socialismo.
El torbellino social que Chávez provocó hizo añicos el análisis político vigente y la perplejidad cundió entre los analistas. Se inauguró una nueva era bajo nuevos paradigmas en la que ingresamos con lo que se tenía o se esperaba. Mucha manipulación política fue necesario aplicar para que la adhesión del pueblo a Chávez no hubiese sido total. Todos fuimos chavistas.
Corrió la historia con altos y bajos. El esfuerzo imperial para impedir a todo trance que el socialismo mostrara sus posibilidades de redimir al mundo, amenaza <<inusual y extraordinaria para los Estados Unidos>> –para el capitalismo– como la definiera Obama. Desde el mismo momento del triunfo en elecciones se complotó el imperio y las clases sumisas internas para derrocar la esperanza y no hubo modalidad de hacerlo que no se intentara, pero el proyecto que inauguró se acentuaba más, tomaba más fuerza y se convertía en efecto demostración en el Sur insumiso.
Desde el inicio el movimiento chavista se fue decantando. Fueron quedando en el camino los agentes que habían acompañado la gesta de Chávez para impedir la implantación de un modelo socialista, los oportunistas que lo utilizaron como portaviones para su beneficio, los inconsistentes doctrinariamente, los traidores y corruptos, los comprados por los intereses imperiales y oligárquicos; en fin, cada intento fallido de derrocar a Chávez dejaba un reguero de desertores devorados por su propia cobardía y execrados de la historia.
Nada pudo contra Chávez y el legado que dejó porque en un inédito proceso pedagógico (lamentablemente inacabado) fue educando al pueblo sobre su historia y su destino histórico, creando un fuerte sentimiento de patria y patriotismo, fuerte, inamovible, que sigue resistiendo los embates del imperio y sus secuaces. La identificación entre la suerte de la patria y el destino del pueblo caló hondo y ni en los momentos recientes de mayor presión imperial el pueblo de Chávez claudicó y aquí lo vemos, resistiendo a una guerra asimétrica, cruel, despiadada, inhumana, dispuesto a darle continuidad a su obra reeligiendo a Nicolás Maduro.
Pero no todos quienes llegamos a la utopía chavista continuamos en este lado de la historia; numerosos se han mudado al lado oscuro. Las deserciones han sido numerosas y algunas lamentables. Estar aquí y ahora, resistiendo la mayor compilación de terminar con el proceso depende de la viscera con que nos acercamos a Chávez, según la alegoría que voy plantear.
El corazón, que aloja el amor y la esperanza, fue la víscera que animó a más pueblo; estas virtudes cundieron como no se había visto en la historia de ninguna patria. Indudablemente el estómago –gula incluida con frecuencia– empujó muchos hacia el líder histórico. El conocimiento y la experiencia, atributos cerebrales, animaron a muchos, salvo que fue frecuente que se usara el cerebro reptiliano, el que domina la sobrevivencia, el cálculo frío y las decisiones impulsivas. También el rencor, el resentimiento y el odio, propios de la vesícula biliar, hicieron que muchos pensaran que Chávez era portador de esos defectos y hasta la envidia y la ira regidos por el hígado se utilizó para llegar a Chávez.
Desde luego, a medida en que crecían las dificultades inducidas, se fue produciendo el abandono de quienes se incorporaron con estómago, vesícula, hígado o cerebro reptiliano. La mayor seguridad de permanencia en el proceso y fidelidad a la memoria y legado de Chávez está entre quienes se incorporaron con el corazón, el pueblo enamorado de su liderazgo y mensaje, y quienes nos incorporamos con el corazón y el cerebro, con el amor y el conocimiento de que la humanidad será socialista o la barbarie imperará sobre ella, resumen último de las enseñanzas de Chávez.
Fermín Eduardo Osorio Contreras (15/06/24)
Publicado en <<EL OMBLIGO DE LOS LIMBOS>> Nº 20.pdf