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martes, 11 de abril de 2017


II

ELECCIONES BURGUESAS,

BARRANCO DEL PROYECTO SOCIALISTA





Oímos la recomendación de llamar a elecciones regionales y municipales, noticia que asumimos con temor y que provocó la continuación de la reflexión sobre el sistema electoral burgués que habíamos comenzado (http://frontinoso2.blogspot.com/2017/03/tengamos-presente-que-el-camino-al.html).
En otras oportunidades he escrito sobre lo sucedido a los sandinistas en las elecciones que ganó Violeta Chamorro (25/02/1990), que ahora resumo para dejarlo bien sentado en esta serie sobre las elecciones burguesas.  A pesar de la gravedad de su situación militar y económica ocasionada por la guerra que en todos los frentes le hacía el imperialismo norteamericano, los sandinistas pudieron evitar las elecciones, pero accedieron a ellas cuando encuestas manipuladas les hicieron creer que las ganaban y cayeron en la trampa.  No tenían encuestadoras de confianza y Gallup fue el instrumento de la embajada gringa para crear o influir sobre empresas de medición que intervinieron en las encuestas sobre esas elecciones y hacer creer que la intención de voto era favorable para los sandinistas… fue una verddera trampa democrática de sacarlos del poder.
Dejo sentada esta concha e´mango que pisaron los sandinistas, pero la alejo como posibilidad de la decisión electoral en la Venezuela actual.  Eso sí, aclarando que el gobierno de Maduro no tiene encuestadoras de absoluta confianza, porque de GIS XXI poco se sabe desde hace bastante.  Las encuestadoras existentes en Venezuela son “empresas” susceptibles de sacrificar objetividad ante depósito en algún paraíso.  Estas encuestadoras tienen encargos permanentes de medir la opinión electoral de cada momento, y los resultados influyen sobre decisiones de la guerra económica y la actuación “política” de los partidos de oposición.  Por una infidencia en Mérida, supimos que una atribuyó una intención de voto al gobierno del 26% y a la suma de partidos de la oposición, 52%; el resto, en la nube.  Ante este resultado, quien la encargó dijo que estaba mal hecha, porque según su experiencia el apoyo al gobierno no llegaba jamás al 20%.  En Mérida, repito.
Pero el grano es otro, y a ese debemos volver.  Se supone que el voto es una herramienta seria, que utilizo, con la más amplia información asumida y mis valores y formación ideológica de por medio, para escoger lo que me conviene estratégicamente, lo que me es ventajoso objetivamente para un plazo variable que tiende a resolver el de mi ciclo vital y el de mis descendientes; es decir, para seleccionar entre proyectos para la sociedad donde me desenvuelvo.  Así se vende, pero esta teoría ya viene matizada por influencias, como la pertenencia a un colectivo más o menos heterogéneo ­­­­-policlasista-, a una colectividad que inspire el espíritu de cuerpo, o la presencia de un líder capaz de convencer por sus características personales y habilidades políticas.  Estas, entre otros matices que podríamos considerar influencias “normales”, son las que han permitido que en las democracias representativas los pobres elijan como sus representantes a sus enemigos de clase o que la acción de gobierno no tenga nada que ver con las promesas que generaron los votos con que accedieron al poder; son las que en condiciones de baja intensidad de la lucha de clases permite alternarse en el poder gobiernos de distinta naturaleza pero de semejante ideología e igual inocuidad para el orden establecido.

En coyunturas, esa vía puede servir para la irrupción de gobiernos radicales o que se radicalizan en el ejercicio, poniendo en peligro todo el orden que les permitió la entrada.  Mientras mayor sea la amenaza, mayor la reacción, y la tendencia es que el poder burgués se deshaga de esa calamidad con los mismos instrumentos que permitieron su acceso, las elecciones.  La presencia de un líder capaz de ganar elecciones y el adoctrinamiento de los electores puede hacer más difícil el retorno al orden anterior por la vía electoral, pero para esa contingencia el poder burgués las plantea combinadas con situaciones provocadas, que minan el sentido teórico del voto y lo desvirtúan como expresión libre de los ciudadanos en pos de su bienestar.

Y si elecciones no sirven para restaurar el poder burgués, se opta por medidas drásticas, no electorales, sacrificando el sentir democrático, cuya normalidad se restaura cuando se hayan reprimido todas las condiciones que dieron paso a su pérdida transitoria.  Superficialmente, podemos tomar como ejemplo lo sucedido en Argentina -recuperación electoral-, Paraguay o Brasil -recuperación no tradicional-, pero ajustada a procedimientos salvadores establecidos, y Venezuela -intentos de recuperación traumática del poder.  La traición a la ideología burguesa que significa el trastocamiento del sistema electoral para acceder legítimamente al poder, se juega con el comodín de que el fin justifica los medios a que en última instancia están sometidos los principios ideológicos burgueses; además, es transitoria y pronto caerá en el olvido.
Para los gobernantes revolucionarios que accedieron al poder mediante elecciones, mantenerse en él sólo es posible diferenciándose radicalmente de la manera de gobernar la burguesía que los antecedió y que está prevenida para desbancarlos en la siguiente contienda electoral.  Cuando no se produce una diferencia marcada y se gobierna de la misma manera, a los electores les da lo mismo elegir entre unos u otros, y su decisión está determinada por apreciaciones superficiales o son presa de la mejor campaña mediática.  Es la tragedia de los partidos socialistas europeos y latinoamericanos, que después de la deposición de sus banderas revolucionarias frente al neoliberalismo, se alternan en el poder con los partidos de derecha y neofascistas.  Las diferencias ideológicas se esfumaron, lo que hizo comunes las maneras de enfrentar los problemas administrativos y políticos del gobierno.
Y en nuestra realidad, esa es la explicación de la pérdida de gobiernos regionales y municipales chavistas ante la oposición.  No hicieron gobiernos revolucionarios, sino que, imbuidos en la ideología establecida, hicieron más de lo mismo, adoptaron las mismas soluciones con los mismos procedimientos.  No se diferenciaron y, por tanto, no establecieron parámetros para que los electores pudiesen escoger entre dos gobiernos distintos… les daba lo mismo votar por uno u otro, con el atractivo del “cambio” que ofrecían los contendedores.
 
Además de los condicionamientos “normales” implícitos en el voto, comenzamos a plantear cómo hay otros que surgen en coyunturas específicas y que constituyen intervenciones graves y hacen del voto un ejercicio absolutamente manipulable.  Continuaremos con la posibilidad de manipulación del voto interviniendo sobre las condiciones ambientales donde se emite y, sobre todo, a la capacidad que tienen las tecnologías de la comunicación para moldearlo.  Nos veremos pronto. 



  
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1 comentario:

Literatura y Traducción dijo...

Totalmente cierto, señor bloguero.
Las condiciones son favorables para que nos den una paliza y luego digan que fue democrática, cuando en realidad la refriega nos la están dando desde 1998.
Abrazo al bloguero.
danielle