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martes, 28 de marzo de 2017





Tengamos presente que
el camino al socialismo no pasa por elecciones burguesas



PRIMERO

Mamamos tanto la falsedad, que no concebimos legalidad sin elecciones; sin elecciones del tipo y modo que practicamos desde 1959, pero sobre todo del tipo y modo vigentes en la sociedad del conocimiento.  En nuestro imaginario político, lo que no pasa por procesos electorales es imposición, despotismo, dictadura, tiranía, falta de libertad, y las elecciones constituyen la única fuente de democracia, concepto que a su vez fue construido con trozos de verdades extraídas de diferentes momentos de la historia de la humanidad y que permite la pervivencia de sus creadores, la burguesía beneficiaria del modelo económico liberal.

Poner en duda las bondades de la democracia burguesa y el tipo de elecciones que la generan, es entramparse en el  limbo de los desquiciados políticos, que linda con el infierno destinado a los terroristas.  Y no vale la calidad de los argumentos, ni las evidencias que puedan exponerse; y es así, porque democracia y elecciones forman parte de los preceptos mejor forjados y bruñidos del continente ideológico.

Abundan los acercamientos y sus combinaciones para demostrar lo expuesto en el título, y para esto la historia cuenta.  Si de democracia hablamos como la búsqueda de la mayor suma de felicidad posible para una pueblo, los métodos de selección del jefe practicados por los pueblos cazadores, superan con creces a las elecciones de los países europeos con las democracias más perfeccionadas, y ni se diga a las de los Estados Unidos, paradigma de la vacuidad de los procesos electorales.  Si se trata de la expresión de la libre voluntad de los individuos sobre lo que más les conviene en coyunturas específicas, quizá sucedió así en, por ejemplo, elecciones en los cantones suizos en algunos momentos de su historia.  Si se trata del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, exudación ideológica norteamericana para justificar el régimen burgués instituido, perdió sentido mucho antes de su evolución hacia la actual plutocracia ­-para denominarla de la manera más inocua posible.

Con la incorporación al mercado mundial obtuvimos el sistema electoral, que adquirió particularidades no presentes en los países de origen, propios de la paradoja del Estado liberal oligarca que se constituyó.  El sistema siempre ha estado coartado; censitario inicialmente, mediáticamente manipulado en la actualidad, relativo siempre.  Desde la doctrina Betancourth, el origen electoral es el único que legitima gobiernos, posición reciclada por la OEA y adoptada tácticamente por el gendarme mundial en su patio trasero, que no en Cercano Oriente, por ejemplo.

En América Latina, sólo escapa Cuba de la tiranía de las elecciones burguesas, y bajo su horca han pasado todos los ensayos de gobiernos distintos a la democracia burguesa.  Venezuela está ejerciendo su derecho de pataleo para no ser obligada a efectuar elecciones en medio de una guerra interna y de una agresión internacional implacable, que sería el punto final de un singular experimento.

¿Qué bastardea el voto en la actualidad?  ¿Por qué Chávez no estructuró un plan B frente a las elecciones burguesas? ¿Qué sucederá si hay elecciones? ¿Y si no se dan?  Nos veremos pronto en SEGUNDO.



















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