En julio de 1997 edité la primera revista digital de historia en
Venezuela y América Latina, "EMERITENSE, HISTORIA EN LA WEB". Fue una
hermosa experiencia que logré mantener durante tres ediciones; en su
primer número se publicó a manera de editorial lo siguiente:
¡BIENVENIDOS!
La presencia de la historia en la Web no ha ido pareja con el desarrollo
de Internet; antes bien, se trata de una de las disciplinas más rezagadas
y que poco ha aprovechado las grandes ventajas de esta revolución
de las comunicaciones. De las ventajas, apreciamos sobre todo una sensación
de igualdad nunca antes sentida por quienes desarrollamos nuestra labor
académica en el Sur, al posibilitarnos publicar sin las cortapisas
de la escasez de recursos y la pésima distribución de que
hemos adolecido. No obstante, no percibimos el aprovechamiento sistemático
de las nuevas condiciones, y las revistas de Humanidades y Ciencias Sociales
siguen ausentes en la red.
Antes que buscar causas y explicaciones, decidimos incursionar en
la Red con <EMERITENSE>, deseando que, por lo menos en nuestro entorno
inmediato, se propague el ejemplo. Nos iniciamos con este modesto primer
número, acogiéndonos al refrán de la arriería
(lamentablemente usado con frecuencia para justificar la improvisación,
pero con indiscutible pertinencia en Internet) de que <<por el
camino se aprietan las cargas>>: Iremos perfeccionando y completando
nuestra revista, hasta convertirla en una referencia obligada de la historia,
los recursos y la producción histórica de Los Andes venezolanos,
pues ésto será la razón de su existencia.
Acogemos con agradecimiento ideas, artículos inéditos
y cuanto contribuya a fortalecer el perfil de <<EMERITENSE>>.
En este número se incluyó un artículo de Gabriel Pilonieta (Romero González. El fotógrafo del terremoto de 1894),
que por su actualidad reproducimos aquí. Fui fiel a la edición
original, pero aprovechando los recursos actuales, aumenté de tamaño y
perfeccioné en lo posible las fotografías.
ROMERO GONZÁLEZ. EL FOTÓGRAFO DEL TERREMOTO
DE 1894
Gabriel Pilonieta
El 28 de abril de 1894 una tremanda catástrofe natural asoló
a Mérida, la de Venezuela: un movimiento telúrico que dejó
en ruinas la antigua y noble ciudad. De este sismo han quedado algunos testimonios
literarios que dan cuenta de la impresionante sensación de verse
sumergido en un desastre de minutos. Estos informes de testigos presenciales
como Tulio Febres Cordero y José Ignacio Lares, y de estudiosos como
Whilhem Sievers, nos reportan numerosos datos valiosos para el estudio de
este acontecimiento que tanto cambió la fisionomía de la ciudad,
pues viéndose obligados sus habitantes a dedicarse a la reconstrucción
de las casas y edificios en ruina, se presentó la ocasión
de desarrollar nuevos estilos y detalles arquitectónicos en las obras
civiles y religiosas, desapareciendo definitivamente la fisionomía
<<colonial».
Esta catástrofe brindó la oportunidad de armonizar sentimientos
como el de Giusseppe Menardi, quien meses antes del terremoto se refirió
a la ciudad de esta manera:
<<La catedral, asiento obispal, ocupa una cuadra NE, que concurre
a formar la plaza principal, no presenta nada que pueda llamar la atención,
antes bien, me pregunté muchas veces cómo se puede conciliar
el profundo sentimiento religioso que late en los corazones de los pobladores
con la desnudez de la iglesia matriz; el exterior seria pasable si se construyera
la torre de la izquierda, que tiene ya un principio, y se refaccionara con
gusto arquitectónico la fachada. La iglesia más bonita de
la ciudad, a lo menos por lo que juzgo del exterior, es la de la Sociedad
del Carmen, a dos cuadras de la Plaza en la calle Bolívar: tiene
ornatos a los lados y arriba del estuco, tres estatuas, obra del país,
y su conjunto es un tanto gracioso.>>1
El terremoto, dos meses más tarde, haría posible realizar
las propuestas del redactor, iniciándose la reconstrucción
de la catedral, la remodelación y embellecimiento de la plaza principal,
que pasará a llamarse de Bolívar;
2 se abriría
al público el nuevo edificio del mercado y, cuatro años más
tarde, se instalaría el alumbrado eléctrico. Definitivamente
el paisaje urbano se transformaba radicalmente.
Un testigo muy especial de la catástrofe
del 94 fue sin duda Pedro Pablo Romero González, fotógrafo
radicado en la ciudad de forma definitiva desde 1892, el mismo año
del alzamiento del General Esteban Chalbaud Cardona contra el continuismo
de Andueza Palacios. Los variados aspectos del trabajo de este fotógrafo
los podemos evidenciar en los impresos que se conservan en Ia Biblioteca
Febres Cordero; es él quien ofrece por vez primera en la ciudad <<retratos
instantáneos de niños de toda edad, grupos, medallones, vistas
de edificios, reproducciones, etc.>>
3
Romero Gonzalez realizó un levantamiento fotográfico completo
de las consecuencias del terremoto en las más importantes poblaciones
del Estado Mérida. Estas vistas representan por primera vez el aspecto
de Mérida desde el punto de vista fotográfico, al complementarse
con registros que de algunos lugares públicos había realizando
con anterioridad. Previo a su trabajo sobre las ruinas del estado, Romero
se había dedicado a fotografiar aspectos tales como el mercado que
funcionaba en los terrenos del antiguo convento de las monjas clarisas,
la catedral, la capilla del Carmen y la Casa de Gobierno. Las únicas
copias que conocemos de este trabajo fueron publicadas por el <<Cojo
Ilustrado>>,
4 con las fotografías de los desastres
del terremoto, imágenes que recogió también la publicación
regional <<El Correo de la Sierra>> y una publicación
ocasional editada con el propósito de recaudar fondos para los damnificados,
<<El Obolo para Los Andes>>, impresa en los talleres de <<El
Cojo>>.
5
Fueron pocos los días de distancia entre el desastre y la publición
de las fotografías de González. La notícia fue trasmitida
por telégrafo, pero realizar los fotograbados requería un
tiempo mayor; a los dias de viaje que separaban Merida de la capital de
la República, había que sumar los necesarios para los procesos
técnicos. Indudablemente fue un suceso periodístico de la
época que tan sólo a un mes de ocurrida el remezón
ya se pudieran conocer en revistas ilustradas las imágenes fotográficas
de sus efectos. Además, estos fotograbados fueron los primeros publicados
en Venezuela sobre los Andes Venezolanos.
La Sierra Nevada también ejerció su encanto sobre Romero
Gonzalez; el llamado de la inmensidad de los páramos y los escarpados
riscos de la cordillera le llevaron a integrar la expedición a la
Sierra del 19 de enero de 1893, durante la cual realizó unas vistas
fotográiicas
<<quizá las primeras de los ventisqueros
de la cordillera merideña>>, como lo señala el cronista
de la Sierra Nevada, Dr. Chalbaud Zerpa en su su libro
Expediciones a
la Síerra Nevada de Merida.
6 De estas fotografías
sólo se conserva, hasta donde se sabe, una sola copia, en manos del
mismo doctor Chlabaud, a quien se la obsequió el Sr. Ramón
Dario Suárez. Esta fotografía, sumamente deteriorada, obliga
a valerse
<<de una lupa para distinguir las facciones de estos
osados andinistas, vestidos con largas chaquetas, chalecos con leontina
y sombreros de pelo, que portaban escopetas para defenderse de las <fieras>
de nuestra serranía.>>7 Fué publicada
tambien por el Cojo Ilustrado con el título equívoco de <<Páramo
de los Conejos>>, cuando en realidad corresponde a la mencionada expedición.
La larga lista de motivos que ofrece Romero González en sus anuncios
en la prensa regional, nos deja ver su itinerario por el interior, haciendo
gala de su inclinación por los viajes. No de balde en la recopilación
sobre la fotografía venezolana del diecinueve
8 Carlos
Eduardo Misle califica a Romero como <<fotógrafo viajero>>.
Veamos algo de su oferta: Iglesia de Tovar, iglesia matriz de Ejido,
calle de Zea, varias ruinas de Lagunillas, Santa Cruz, capilla de San Pedro,
calle de la Independencia, puente de cabuya sobre el río Chama. Algunas
de estas fotografías se conservan en el Arrchivo Audiovisual de Venezuela
perteneciente a la Biblioteca Nacional, el Archivo Arquidiocesano de Mérida
y colecciones particulares.
El ambiente culto de la ciudad fue del mayor agrado de Romero; en él
desarrolló un trabajo artístico, que como el de tantos otros
provincianos pasó prácticamente desapercibido, no siendo mencionado
en las contadas alusiones que sobre artistas merideños se han hecho
en la historiografía y crítica de arte en Venezuela.
9
Nuestro artista, <<Fotógrafo Cosmopolitano>>, como
firmaba sus obras, participó en la organizacion del Salón
Artístico de Mérida, de 1896, en ocasión de celebrarse
la Apoteosis del Precursor de la Independencia venezolana, General Francisco
de Miranda. Romero González envía a este Salón 3 cuadros,
9 retratos de fotografía y 3 ampliaciones de Idem. Este Salón
reunió a los más importantes cultores de las artes en la localidad,
contándose entre ellos al maestro Rafael Antonio Pino, con retratos
al óleo y una escultura en madera; su hijo, con una imagen de Cristo
en tinta china; Tulio Febres Cordero, con ensayos de foligrafia que tan
merecida fama tendrían posteriormente; Leonidas Valeri, con retratos
al óleo y al creyón; el curioso metereólogo Emilio
Maldonado, con retratos de próceres al creyon; Pablo Picón
y Paul Gazzotti, con trabajos en mármol el primero, y un busto modelado
en arcilla el segundo.
10 Este movimento artístico
del siglo XIX merideño, no ha sido objeto de estudios que ahonden
en sus características y consecuencias.
Como dijimos, en 1892 Romero se residencia en Mérida y contrae
matrimonio con una señorita Garrido; su único hijo, homónimo,
más tarde se dedicaría a las letras en la ciudad de San Cristobal,
luego de fundar en Mérida el semanario <<Veinte años>>
con compañeros como Mariano Picón Salas, y de haber colaborado
con publicaciones periódicas de la ciudad como <<Albores y
Cimas>>. En esa ciudad andina logró cierto prestigio dentro
de Ias letras regionales, mérito que le reconocen varios autores.
11
Romero González mantuvo su estudio en funcionamiento alrededor
de 28 años, hasta que, en 1915, vende su casa y se traslada con su
hijo Pedro, quien trabajó durante una breve temporada con su padre
en el taller de fotografía,
12 a San Cristóbal,
donde vivirá sus últimos años. En numerosas colecciones
públicas y privadas de la ciudad de Mérida y de poblaciones
del interior del estado, al igual que en Santa Cruz de Mora, Tovar y Chigurá,
se conservan testimonios gráficos de su trabajo fotográfico.
Son frecuentes los retratos de estudio con decorados elaborados a mano por
el mismo fotógrafo, ambientados con motivos de plantas y baulastradas,
imitando ser realizados en jardines al aire libre.
Al igual que la inmensa mayoría de la producción fotográfica
mundial del sigio XIX, el trabajo de Romero González consiste en
copias sobre papel revestido con albúmina de huevo y sales de plata,
a partir de negativos obtenidos a través del sistema del colodión
húmedo, que consistía en una mezcla de algodón de pólvora,
alcohol y éter, que debía ser preparada por el fotógrafo
instantes previos a su uso; pronto habría de regularizarse el abastecimiento
de placas secas de gelatina y bromuro de fabricación industrial. La
característica principal del colodión le permitía al
artista sensibilizar casi cualquier superficie, de allí su oferta
de retratos sobre vidrio, porcelana, hojalata, camafeos o tela. Sin embargo,
son pocas las imagenes de estos tipos que se conservan.
En cuanto a los formatos, también eran los convencionales de le
época: Tarjeta de visita de aproximadamente 6 x 9 cms.; el <<gabinete>>,
de unos 13 x 18 cms., y el <<formato imperial>>, hoy en día
conocido como 8 x 10.
A Romero puede considerarsele como el primer
reportero de Los Andes, cuyas fotografías fueran publicadas en reiteradas
oportunidades en la más prestigiosa revista nacional del momento,
<<El Cojo Ilustrado>>; y sin embargo no ha sido objeto de ningún
estudio histórico sistemático, como se ha hecho con Enrique
Avril, artista documental que desarrolló un trabajo fotografico exhaustivo
en la provincia. Sólo una nueva perspectiva del estudio de nuestra
historia regional redimensionará el valor testimonial y documental
de la obra de Romero, la mayor parte de la cual está por ubicar y
que bien puede contener episodios memorables de la vida de Ia ciudad durante
la estancia en ella del fotógrafo, tales como la irrupción
de Cipriano Castro al frente de su Revolución Restauradora, la puesta
en servicio del sistema de luz eléctrica o los actos de advenimiento
del nuevo siglo.
FOTOGRAFIAS:
Portada: Iglesia de Belén. Fotografía
sobre papel albuminado. 20,6 x 13,4 cms. Colección Familia Febres
Cordero.
Inicio de página: Calle de Zea. Fotografía
sobre papel albuminado. 20 x 13,2 cms. Colección Archivo Audiovisual
de Venezuela. Biblioteca Nacional.
Arriba: Iglesia de Milla. Fotografía sobre
papel albuminado. 20,6 x 13,4 cms. Colección Archivo Audiovisual
Venezolano. Biblioteca Nacional.
Patio interior del seminario.
Fotografía sobre papel albuminado. 20,5 x 14 cms. Colección
Archivo Audiovisual Venezolano. Biblioteca Nacional.
Plaza Bolívar. Fotografía
sobre papel albuminado. 20,8 x 13 cms. Colección Archivo Audiovisual
Venezolano. Biblioteca Nacional.
Fotografía artística cosmopolitana ¡Por poco
tiempo!. Hija suelta. Biblioteca Febres Cordero.
NOTAS:
1. La Semana. 116. Mérida.
Febrero 8 de 1894 // 2. Christian Páez Rivadeneira. La
Plaza Mayor de Mérida, historia de un tema urbano. Caracas: ANH,
1992. p. 85. // 3. Fotografía artística cosmpolitana.
!Por poco tiempo!. Hoja suelta. Mérida, julio 9 de 1882. BNSFC.
// 4. El Cojo Ilustrado. No. 59. Caracas. junio 1 de 1894.
pp.214-215. // 5. El Obolo para Los Andes. Folleto II. Caracas.
Junio de 1894. Tipografía el Cojo; El Correo de la Sierra.
No. 3. Julio 28 de 1894. // 6. Carlos Chalbaud Zerpa. Excursiones
a la Sierra Nevada. Mérida. 1959. p. 100. // 7.
Idem. // 8. Carlos Eduardo Misle. Venezuela Siglo XIX,
en fotografía. Caracas: CNTY, [s.f.], p.126. // 9. Véase:
José Nucete Sardi. Notas sobre la pintura y escultura en Venezuela.
3a. ed. aum. Caracas: 1957. // 10. Tulio Febres Cordero. Manuscritos.
No 241. BNSFC. 11. Véase: Miguel Febres Cordero. Breve
Historia de Mérida. Caracas, 1985. y Régulo Bureli Rivas.
<<Pedro Romero Garrido>>, en: Revista Nacional de Cultura.
No. 35, Caracas, septiembre-diciembre 1942. // 12. La Crisálida.
No. 9. Mérida, diciembre 13 de 1913.