Si las elecciones burguesas están de por medio,
no hay Constituyente que valga
La euforia va decayendo en la medida en que se colocan bemoles a sus generadores. Va a pasar con el llamado a Constituyente, cuya realización debe pasar por elecciones burguesas.
Hay una categoría de voto que se
impuso a las demás, el de más bajo contenido intelectual, el que casi se genera
en las vísceras, el llamado voto castigo. Y esa metamorfosis no fue automática, sino
inducida; se convenció a la gente de que el voto es un arma para corregir
entuertos inmediatos, para castigar a quienes se señalara como origen de
situaciones negativas concretas, proceso de selección de culpables también
absolutamente manipulado. Cuando toca
elegir entre gobiernos que sólo difieran en matices, esto es saludable para
todos: el sistema, la burguesía política y los votantes. Pero estamos viviendo otra realidad, la de un
enfrentamiento entre un ensayo de cambio radical y el retorno de la hegemonía
política burguesa; entre un proyecto que no ha llegado lejos en suplantar el
modo de producción capitalista ni en cambiar los mecanismos para la renovación
de los poderes e instituciones, y una burguesía desesperada por retomar el
control del poder político y sometida al yugo del capital trasnacional. En esta realidad, el voto castigo será la
mortaja del ensayo que comenzó en 1999, para siempre de los jamases.
La convocatoria a la Constituyente
provocó que diese un salto en la forma como vengo exponiendo la inutilidad de
las elecciones burguesas para construir el socialismo, y sobre todo la nula
posibilidad de que, en este momento o a mediado plazo, podamos triunfar en una
elecciones como ha sucedido en dieciséis de las que se han efectuado. Para próxima parte de esta serie quedará el
condicionamiento que el voto sufre por la propaganda electoral, sobre todo la
realizada a través de las recientes tecnologías de comunicación, que lo separan
de decisiones racionales de los votantes, convirtiéndolo en acto reflejo.
Mientras tanto, divaguemos, porque el escrito analítico sobre la Constituyente
también queda aplazado.
Pudo haberse producido gritos de
júbilo entre la oposición ante el llamado del Presidente a la
preparación de una Constituyente, y no fue así porque la irracionalidad que
viene imperando entre la oposición impide la reflexión y el análisis
serio. Pero ya los lúcidos estarán
sopesando todas las posibilidades, y el rechazo inicial a la solución
constituyente se irá atemperando, sobre todo cuando comiencen a llegar los sabios consejos de los intereses extranjeros.
Por mucha efervescencia doctrinaria
que se produzca durante la participación constituyente, no se va a cambiar la
relación de votos desfavorable para la Venezuela revolucionaria, y el voto
castigo hará estragos. Pensemos por un
momento en que la participación popular se realiza a la manera del Congreso de
la Patria, por lo que debemos sincerar nuestra visión de él.
Alguien tenía que decirlo, pero, salvo pocos casos de organismos que trataron de hacerlo bien, ese
congreso fue tomado como trámite político, resultando en su conjunto una
farsa, y este fue el ensayo de discusión más elaborado de los últimos años. ¿Podemos con esa experiencia llevar la discusión constituyente al seno del pueblo?
Con lo expuesto no estoy negando méritos a la Constituyente, sino a la
imposibilidad de lograr una Constitución socialista mediante elecciones
burguesas, y este proceso está marcado por dos de esas elecciones. Puedo apoyar la convocatoria a la
Constituyente en un recodo favorable de la historia, para generar los mecanismos necesarios que permitan transitar con holgura el camino hacia el socialismo, pero en este momento de guerra a muerte, el riesgo de que la reforma de la Constitución que nos dimos, en lugar de quedar blindada con reformas necesarias, se transmute en una pinochetista que nos
devuelva a las cavernas. ¡Hay que administrar la euforia, camaradas!
Y para terminar, sé que la posición inicial de apoyo absoluto de los intelectuales revolucionarios, irá atemperándose también en la medida en que el tiempo permita sosegar el pensamiento.
Continuará, mis amigos, no lo duden.
Y para terminar, sé que la posición inicial de apoyo absoluto de los intelectuales revolucionarios, irá atemperándose también en la medida en que el tiempo permita sosegar el pensamiento.
Continuará, mis amigos, no lo duden.
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