LA MELODÍA DE LA FISCAL,
EN HISTORIA SOSTENIDA
De muy
niño me tocó colegio de curas, donde las descalificaciones jugaban garrote. Una, que si no estudiábamos, nuestro futuro
sería el de fiscales, sin nunca saber por qué el profundo desprecio de esa profesión por parte del religioso que con frecuencia la emitía.
Recordé
este episodio infantil por estar tan nombrado ese oficio, pero no el de
tránsito, sino el de Fiscal General de la República. Les confieso que esa señora me era inverosímil
(copio a mi amigo SG), como me han sido muchos funcionarios de los gobiernos
chavistas; no como otros, que sencillamente no me gustan o no me han gustado, pero que no ando persiguiendo para nada, ni hago
leña de ellos después de caídos.
En el caso
del desenmascaramiento de la fiscal Ortega, opino que no se trata de una recluta
reciente, sino de una célula dormida que despertaron tácticamente, como ha
sucedido en toda la historia del gobierno venezolano de 1999 para acá. En cada estremecimiento que ha sufrido el
gobierno desde entonces, quedan a la vera quienes estaban por motivos distintos
al compromiso histórico que se planteó Chávez, que en la oportunidad
interpretan la ola como causa de naufragio inminente y adoptan el comportamiento
que dicen tener las ratas cuando el barco va a irse a pique; o peor, lo
abandonan llevándose el perol más grande para achicar agua y así contribuir a
su hundimiento.
Visto en
la historia, esos abandonos no quitan ni ponen mucho más a las crisis
respectivas, pero tienen el efecto positivo de la depuración del gobierno, por
no decir del movimiento chavista, que se ha deslastrado, lo que en
instituciones concretas, como la fuerza armada, es una ventaja
incalculable. Pero la actual no es la
última crisis del gobierno chavista, ni todos los que quedan son. Esperemos más deserciones, más teatro barato,
más puñaladas traperas, más golpes bajos… o lo que los que aún sobran puedan dar. La próxima gran sacudida se producirá en los
tenebrosos tiempos electorales ya muy próximos, con modalidades y efectos que
tendríamos que sentarnos a prever.
Como
lección, tenemos que quedar convencidos de que después de cada sacudida, más
livianos y teóricamente con menos estorbos para la radicalización, para
apresurar la construcción del sendero que nos conducirá al punto de no retorno. ¿Ha sido así?
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