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domingo, 14 de mayo de 2017
A CUARENTA Y OCHO AÑOS DE LA MUERTE DE CARLOS BELLO
Comentario a una publicación en Feisbuc, en el muro de Ricardo Vasquez Arenas (ver foto) que quise hacer aquí porque es menos efímero que en esa red social.
Quisiera ver a los valientes culicagaos lanzadores de pintura y mierda, a los pateadores de escudos antimotines, a las chicas plásticas que se hacen selfies atacando a policías y guardias nacionales, a toda esa fauna de cobardes envalentonados por la impunidad y el profesionalismo y resguardo de los derechos humanos que prevalece en la restitución del orden público, quisiera ver a esa catajarria de amas de casa con maridos ricos, ante situaciones como las que vivimos en la nefasta Cuarta. Sólo como ejemplo, estoy seguro de que a la sinvergüenza defecadora de la foto, le hubiesen hecho comerse sus excrementos.
Esa vaina de policías antimotines, equipados y entrenados para controlar sin matar ni herir, no existía, de ahí todos los muertos que hubo a partir de Carlos Bello (bueno, algunos fueron asesinados por los "cazadores", y esa es otra historia). Para reprimir se usaba a la policía ignorante, mal pagada, explotada, envilecida, cuyo único requisito para pertenecer al cuerpo era haber "prestado" el servicio militar obligatorio; muchos de ellos ni siquiera sabían leer y escribir. Las armas utilizadas eran peinillas y fusiles mauser de cerrojo. En posición de "tendidos", como en las guerras gomeras, desde lo que son los estacionamientos de ingeniería y medicina disparaban a la orden del "oficial" hasta vaciar los cinco proyectiles que guardaba el mauser, y a ecargar para esperar la siguiente orden de fuego. Era preferible un peinillazo en el lomo, que ardía intensamente como una semana, al silbido de las balas de los mauser sobre las cabezas, que te provocaban ganas urgentes de orinar. Si te lograban agarrar, culatazos a la altura de los riñones y para ese antro combinación de cárcel y retén de Glorias Patrias, donde los presos te recibían con "ahí vienen los bachis", y eran capaces de darte las colchonetas y dormir en el piso frío, cosa que generalmente no se aceptaba y tocaba dormir sentado contra la pared, como los mejicanos de las comiquitas, por cuestión de comodidad y no por temor alguno, porque el respeto era total.
"Capulina", o como se llamase el autor del disparo que mató a Carlos Bello no fue el responsable ni el que tenía que pagar por el asesinato... era sólo un explotado más. Quien quedó en la impunidad fue Germán Briceño Ferrigni, representante de las clases merideñas que sostenían el gobierno puntofijista de Caldera, que acababa de remplazar al de Leoni. Fascista de armas tomar, convencido de su papel en la eliminación del peligro comunista, que ordenaba disparar a matar y cuya historia de crímenes ya fue maquillada ante los merideños.
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