MÉRIDA, LA REAL; NO LA ROSADA NI LA FUCSIA
(Esta ráfaga es la tercera de la serie que comenzáramos con “Alexis, deja que los muertos entierren a sus muertos”, que continuó con “Hablábamos de los muertos como los mejores enterradores”. Cualquier interrupción de la secuencia por necesidades sobrevenidas, la anunciaré aquí, para que se pueda recuperar la continuidad de la lectura, necesaria para entender el caso que planteo. Aprovecho para recordar aquí que la extensión de estos escritos debe ser corto, para su más fácil lectura y asimilación; pero no por ello, me negaría a ampliar a solicitud algún aspecto en concreto).
Un programa político revolucionario (una campaña electoral)
no se puede estructurar sobre un municipio hipotético, sobre una realidad
mentida, sobre una historia falseada (la historia sólo se falsea por intereses
de clase)… a no ser que tal programa sea sólo un fardo de paja más. La primera exigencia para elaborar una
estrategia electoral es conocer meticulosamente la realidad donde se va a
aplicar, y no contentarse con reconocerla desde la levedad de los análisis hechos
sobre un amontonamiento de distorsiones históricas. La utilidad de los mitos primigenios es
fundamental en el análisis de una sociedad; no así los que en oportunidades
también llamamos mitos, aún cuando se trata de falacias, por no chocar con el
contenido de esa palabra en la estructura de pensamiento popular.
En relación con la realidad merideña, las falacias
amontonadas son muchas, pero las que surgen con más frecuencia en coyunturas de
necesidad de interpretación de su realidad son un puñado: que tuvo un pasado
perfecto al cual hay que volver; que los merideños pertenecen en su mayoría a
las clases “media” y “alta” de la sociedad; que la universidad y el obispado
han ejercido un papel “civilizador”, creando una sociedad “diferente” a las de
la realidad venezolana; que los merideños, por andinos, son “reaccionarios”… Aparte de la incapacidad para identificar los
componentes de la “ideología merideña” y, por tanto, contaminar –impregnar– el
comportamiento revolucionario con el producto de esa ideología voraz.
Sobre las falacias producto del análisis histórico rosa y
positivista, y en especial sobre lo que he llamado “ideología merideña”, tengo
una amplia colcha de retazos que, considero, aún no estoy en disposición de
sistematizar. La he conformado en varias
decenas de artículos, en su mayoría publicados en aporrea y en este blog
(índice completo en mi perfil en aporrea), y en mis trabajos de investigación
como historiador de Los Andes venezolanos (en la pestaña del blog “Asesoría
etc.” encontrarán una bibliohemerografía).
En esta oportunidad, con el fin de seguir desarmando
falacias, pero sobre todo con el propósito específico enunciado, de demostrar y justificar
la necesidad de reorientar funciones del municipio asumidas por la gobernación
del estado. Como lo anuncié, en la
próxima ráfaga comenzaré con una descripción básica del municipio donde
vivimos, con un diseño de las variables sociales. ¡Esté pendiente!
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