Y dale con la falacia de "Mérida, ciudad de los caballeros"
Alegría de tísico, pero por eso de la FITVEN 2013 retiraron del
centro de la ciudad de Mérida a los buhoneros y prestadores de servicios
informales, y mire que la ciudad se ve un poco mejor; repito, un poco mejor,
porque la retirada dejó al descubierto el abandono asentado, la suciedad de
vieja data que impregna todos los elementos urbanos. Muros con pintas sobre pintas y carteles sobre
carteles, mugrientos, desteñidos; postes en las mismas condiciones, con
lámparas rotas o colgantes; pisos asquerosos… y paro de contar.
La comprensión de los problemas urbanos de Mérida desde luego que
pasa por la ideología. El relativo buen aspecto transitorio logrado con
el retiro de los vendedores informales ha hecho llover desde variopintos
personajes de la derecha, entre suspiros y lamentaciones, artículos y
comentarios sobre la necesidad de volver a la ciudad de los caballeros, a la
Mérida de antaño, para complacencia de quienes siempre lo han tenido como
fundamento, los generadores de la nefasta ideología merideña. Esa Mérida
rosada, sin problemas, jamás existió. Desde su fundación ha sido una
ciudad emproblemada, con las dificultades de cada tiempo, transformadas y
agravadas por las nuevas modalidades de los intereses concretos de las clases
dominantes que siempre la han administrado en provecho exclusivo.
No ha sido exclusiva de la derecha la reivindicación del incierto modelo
de ciudad que justifica el dominio histórico de la oligarquía merideña, que
traslada la responsabilidad del deterioro urbano a seres ahistóricos, si no es
que se le endilga directamente a los explotados que han tenido que sobrevivir a
pesar del capitalismo que lacera sus vidas.
La debilidad teórica que vivimos deja espacio para que candidatos
“revolucionarios” prometan “devolverle” a Mérida las condiciones de vida que un
día tuvo, cuando lo que deben proponerse es establecer las responsabilidades de
clase y enfrentar los problemas urbanos en el gran marco del Plan de la Patria
2013-2019.
La ubicación temporal de esa desaparecida Mérida virtuosa queda un
tanto en el aire, flotando en un "pasado" genérico; pero de repente
ubican en ella personajes que nos remiten a tiempos concretos, y son las
características de la ciudad en esos "tiempos" lo que nos conducen a
negar su existencia, a los historiadores con criterio y herramientas de
análisis de las sociedades distintas a las utilizadas por la escolástica, la
ilustración y el positivismo, cajones de sastre utilizados para esconder la
realidad verdadera, y realzar lo que conviene a las clases dominantes.
Sobre la filosofía social del "orden y progreso", que
vino a reforzar la ya “ordenada” sociedad aristotélica remachada con mucha
"doctrina cristiana" y modelos de identificación plenos de virtud,
santidad, bondad..., la minoritaria clase dominante histórica y los también
diminutos grupos sociales que la satelizaban y se identificaban con sus
intereses, lograban perpetuar su dominación sobre el resto de sociedad.
Era ideal que unos pocos privilegiados, dueños de los medios de producción,
gozasen de la paz social integral garantizada por la pasividad de un pueblo
aterrorizado por la prédica del pecado y sus consecuencias, por un infierno
cuya entrada estaba casi en la Cruz Verde, obediente y sumiso, devoto de los
santos y de los modelos merideños vivientes, gozoso de trabajar para el amo,
fiel, disciplinado, honrado, resignado.
Esas relaciones sociales en esencia conformadas en la época
colonial, sobrevivieron a la aparición en la región de relaciones de producción
capitalistas desde finales del siglo XIX, y permanecieron sin modificaciones profundas
hasta el final de la primera mitad del siglo XX. Nada perturbaba el orden
establecido. Los migrantes europeos, llegados desde los años 40 del XIX,
se plegaron convenientemente a la clase dominante local, sin que su experiencia
política y de lucha influyese para nada en las tierra de acogida. El movimiento
poblacional interno era escaso y el más importante que se dio, el
predominantemente godo que se efectuó después de la Guerra Federal, de gente
que huía de la inseguridad y desolación de los llanos, reforzó el orden
andino. Igual sucedió con los neogranadinos que en diferentes momentos
buscaron en Mérida paz para con-vivir.
Las manifestaciones locales de la crisis de la agricultura y la
llegada con cuentagotas de la renta petrolera, tampoco tuvieron la capacidad
transformadora que teóricamente pudiese suponerse. El empeoramiento de
las condiciones de vida de los trabajadores encontró un colchón propicio en la
ideología dominante, que consideraba la voluntad de Dios inevitable.
Instituciones de referencia, como la universidad, tuvieron nula capacidad
transformadora; ni siquiera cuando acunó episodios de la lucha contra el
régimen de Pérez Jiménez, dado el origen de clase de los militantes.
¿Sindicatos? Los pocos establecidos tampoco tuvieron capacidad
transformadora, y sus reivindicaciones estuvieron al nivel de las patriarcales
sociedades de ayuda mutua.
Los problemas de la ciudad fueron "manejables" hasta la
adopción del “progreso” como dogma de fe y el plegamiento de las clases
dominantes al capitalismo. Se puede decir que de aquí arranca el caos
urbano actual, inmanejable por las sucesivas administraciones de derecha.
Su superación implica la adopción de medidas que afectarían la evolución del
capitalismo urbano, por su alto contenido de humanismo y su tendencia a
estructurar socialismo. Y es la
jerarquización de los problemas y la exposición de las soluciones, un programa
de acción, lo que esperamos que presente al electorado María Alejandra. Y que se de prisa, porque todavía las cuentas
no dan.
aporrea: Y dale con la falacia de Mérida, ciudad de los caballeros
No hay comentarios:
Publicar un comentario