Dieterich y Rodríguez Torres
De niño conocía diez animales elásticos; hoy sólo logro
recitar unos cinco: hulefante, ligartija, ligoceronte (también llamado
risorteronte), cauchicamo, gomadreja, pero siempre he tenido presente que el más
maleable es el tiempo de los burócratas.
Genocidios enteros han ocurrido por el tiempo elástico que
se toman para intervenir los organismos de seguridad de la ONU. Cuando ya el ojo está afuera, llega la santa
Lucía de los cascos azules, como sucedió con el perpetrado en Ruanda y países
vecinos por radicales hutus contra tutsis y hutus moderados, a mediados de los
noventa. Y no es el mejor ejemplo, el de
los ibos de Biafra (1967-70) y los actuales para controlar el coltan y los
diamantes son peores; y ni que hablar de la nación entera escamoteada bajo las
narices cómplices de todos, Palestina.
En la actual guerra económica declarada contra el país, la
elasticidad del tiempo ha sido la principal protagonista. Debe haber una sala de juegos de guerra donde
se eternizan las decisiones, y cuando se transforman en elementos de la lucha real,
temporal, ya son inocuas y hasta hilarantes.
¿Ejemplos? Dos, nimios, para no abusar.
El de la intervención (fue un decir) de la principal fábrica de papel
higiénico del país para investigar los orígenes de una escasez de larga data, y
la promoción de facilitar las cosas para el establecimiento de otra fábrica,
medida tan retrasada como si de tecnología para la fabricación de satélites se
tratara; el otro, las medidas concretas (es otro decir) contra la sangría de
los desfalcadores de dólares mediante el primitivo método de raspar tarjetas
propias y ajenas, como si el control de tarjetas y dólares se llevara con ábaco
reforzado con los dedos.
Tal vez se crea que la gravedad de una guerra económica no
se funda en abastecer (des-abastecimiento, una de las secuelas) y evitar la
especulación, sino en golpear a los des-abastecedores y especuladores, pero,
pero, pero… ni lo uno ni lo otro, todo lo contrario. El ejemplo de la batalla de Stalingrado
cubana que significó el “período especial”, nos puede demostrar que escasez no
tumba revolución cuando la ideología es revolucionaria, pero cuando se plantea
con las características de las venezolanas de 2013, el enemigo sabe que el
campo de batalla es la ideología capitalista, apenas escoriada por unas cuantas
consignas hermosas.
Y no hay nada más corrosivo que el tiempo; atenta hasta
contra los principios primigenios, que no es redundar. Por ejemplo, la impunidad no es sino el tiempo
transcurrido entre un delito y el escarmiento social que merece, que mientras
más prolongado, más pernicioso. Y la
impunidad campea en todos los ámbitos de nuestro tiempo. ¿Verdad Coproles?
Este des-tiempo del tiempo no obedece a conceptos de
atemporalidad; todo lo contrario, se ha demostrado que no hay tiempo más
destilado que el retraso que provoca tragedias que terminan por imponer estratégicos
intereses subyacentes de los alquimistas del tiempo.
En el ámbito de los partidos la administración del tiempo es
peor: para los burócratas siempre hay tiempo, y la cachaza es el comportamiento
normal. Aquí sí es verdad que nadie actúa
con prontitud, ni aún teniendo la soga al cuello. Medidas lógicas que unos pavosos apresurados
recomiendan a tiempo, se reconocen cuando ya no hay tiempo porque el ojo está fuera
de la cuenca. Y el retroceso electoral
tiene que ver con el uso elástico del tiempo, y no porque se tenga un plan B
para las elecciones burguesas, sino que nos movemos siempre a destiempo en la trampa
donde quedamos atrapados. Las
lamentaciones y golpes de pecho que siguen a los fracasos nunca han llevado a cambios
de comportamiento en las guerras avisadas que recurrentemente debemos
sobrellevar, aliviados con eso de que aprendimos a “ganar elecciones” y lo
seguiremos haciendo. ¡Yo te aviso!
La reacción ante los nuevos asomos de Dieterich en el
quehacer teórico de la política venezolana (no es que vino, sino que lo volvieron
a mandar), son ejemplo del deterioro causado por el tiempo. En la incursión de diciembre de 2012 llevó
más palo que gata ladrona de más del 95% de quienes lo enfrentamos; el
Comandante estaba vivo físicamente y la historia estaba marcada por esa
realidad. En las recientes peroratas,
que no varían significativamente de lo que siempre ha venido declamando, la
mayoría de la impugnación se ha hecho con látigo de algodón, si no es que se
pasó a considerar que ahora “tiene razón”.
¡Cabrones!, que hasta aquí llego con el Welser y los raspadores mediáticos
de su cagada.
Y para terminar, Ministro Rodríguez Torres, por 20 millones
de pesos no encontrara paramilitar en Colombia dispuesto a trasladarse al
exterior para cometer un crimen riesgoso.
Eso es una nimiedad, ministro, que cualquier sicario que se precie se
levanta en la hermana república cuando quiera, sin mayores riesgos. Esa suma quizá sea aceptada por apagar
impunemente la vida de un dirigente agrario revolucionario, o por devolverle la
libertad a un miembro de las mafias ganaderas que los trajeron para ese crimen
y les salió el tiro por la culata.
Veinte millones de pesos es lo destinado a “imprevistos” en el traslado de
paras hasta cualquier destino venezolano distinto a los estados
fronterizos. Varios veinte millones de
pesos ganan diariamente controlando el contrabando de gasolina y productos de
primera necesidad en las ciudades fronterizas.
Ministro, la vida de Maduro o cualquier dirigente nacional de la
Revolución, está mucho mejor cotizada.
Revise, porque la información no es correcta. Quizá se trata de los mismos millones, pero de
dólares, no los 10.500 que representa el dato.
Si los paras tuviesen necesidad de moverse por ese precio irrisorio,
aquí tuviésemos 100.000, pagados por cualquier pendejo de los que están
dispuestos a gastar 20 millones de pesos para salir del camino que nos marcó el
Comandante Chávez.
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