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martes, 22 de octubre de 2013




      Cuando la vida cuelga del tiempo elástico de los burócratas,
Dieterich y Rodríguez Torres




De niño conocía diez animales elásticos; hoy sólo logro recitar unos cinco: hulefante, ligartija, ligoceronte (también llamado risorteronte), cauchicamo, gomadreja, pero siempre he tenido presente que el más maleable es el tiempo de los burócratas.

Genocidios enteros han ocurrido por el tiempo elástico que se toman para intervenir los organismos de seguridad de la ONU.  Cuando ya el ojo está afuera, llega la santa Lucía de los cascos azules, como sucedió con el perpetrado en Ruanda y países vecinos por radicales hutus contra tutsis y hutus moderados, a mediados de los noventa.  Y no es el mejor ejemplo, el de los ibos de Biafra (1967-70) y los actuales para controlar el coltan y los diamantes son peores; y ni que hablar de la nación entera escamoteada bajo las narices cómplices de todos, Palestina.

En la actual guerra económica declarada contra el país, la elasticidad del tiempo ha sido la principal protagonista.  Debe haber una sala de juegos de guerra donde se eternizan las decisiones, y cuando se transforman en elementos de la lucha real, temporal, ya son inocuas y hasta hilarantes.  ¿Ejemplos? Dos, nimios, para no abusar.  El de la intervención (fue un decir) de la principal fábrica de papel higiénico del país para investigar los orígenes de una escasez de larga data, y la promoción de facilitar las cosas para el establecimiento de otra fábrica, medida tan retrasada como si de tecnología para la fabricación de satélites se tratara; el otro, las medidas concretas (es otro decir) contra la sangría de los desfalcadores de dólares mediante el primitivo método de raspar tarjetas propias y ajenas, como si el control de tarjetas y dólares se llevara con ábaco reforzado con los dedos.


Tal vez se crea que la gravedad de una guerra económica no se funda en abastecer (des-abastecimiento, una de las secuelas) y evitar la especulación, sino en golpear a los des-abastecedores y especuladores, pero, pero, pero… ni lo uno ni lo otro, todo lo contrario.  El ejemplo de la batalla de Stalingrado cubana que significó el “período especial”, nos puede demostrar que escasez no tumba revolución cuando la ideología es revolucionaria, pero cuando se plantea con las características de las venezolanas de 2013, el enemigo sabe que el campo de batalla es la ideología capitalista, apenas escoriada por unas cuantas consignas hermosas.

Y no hay nada más corrosivo que el tiempo; atenta hasta contra los principios primigenios, que no es redundar.  Por ejemplo, la impunidad no es sino el tiempo transcurrido entre un delito y el escarmiento social que merece, que mientras más prolongado, más pernicioso.  Y la impunidad campea en todos los ámbitos de nuestro tiempo.  ¿Verdad Coproles?

Este des-tiempo del tiempo no obedece a conceptos de atemporalidad; todo lo contrario, se ha demostrado que no hay tiempo más destilado que el retraso que provoca tragedias que terminan por imponer estratégicos intereses subyacentes de los alquimistas del tiempo.

En el ámbito de los partidos la administración del tiempo es peor: para los burócratas siempre hay tiempo, y la cachaza es el comportamiento normal.  Aquí sí es verdad que nadie actúa con prontitud, ni aún teniendo la soga al cuello.  Medidas lógicas que unos pavosos apresurados recomiendan a tiempo, se reconocen cuando ya no hay tiempo porque el ojo está fuera de la cuenca.  Y el retroceso electoral tiene que ver con el uso elástico del tiempo, y no porque se tenga un plan B para las elecciones burguesas, sino que nos movemos siempre a destiempo en la trampa donde quedamos atrapados.  Las lamentaciones y golpes de pecho que siguen a los fracasos nunca han llevado a cambios de comportamiento en las guerras avisadas que recurrentemente debemos sobrellevar, aliviados con eso de que aprendimos a “ganar elecciones” y lo seguiremos haciendo. ¡Yo te aviso!

La reacción ante los nuevos asomos de Dieterich en el quehacer teórico de la política venezolana (no es que vino, sino que lo volvieron a mandar), son ejemplo del deterioro causado por el tiempo.  En la incursión de diciembre de 2012 llevó más palo que gata ladrona de más del 95% de quienes lo enfrentamos; el Comandante estaba vivo físicamente y la historia estaba marcada por esa realidad.  En las recientes peroratas, que no varían significativamente de lo que siempre ha venido declamando, la mayoría de la impugnación se ha hecho con látigo de algodón, si no es que se pasó a considerar que ahora “tiene razón”.  ¡Cabrones!, que hasta aquí llego con el Welser y los raspadores mediáticos de su cagada.

Y para terminar, Ministro Rodríguez Torres, por 20 millones de pesos no encontrara paramilitar en Colombia dispuesto a trasladarse al exterior para cometer un crimen riesgoso.  Eso es una nimiedad, ministro, que cualquier sicario que se precie se levanta en la hermana república cuando quiera, sin mayores riesgos.  Esa suma quizá sea aceptada por apagar impunemente la vida de un dirigente agrario revolucionario, o por devolverle la libertad a un miembro de las mafias ganaderas que los trajeron para ese crimen y les salió el tiro por la culata.  Veinte millones de pesos es lo destinado a “imprevistos” en el traslado de paras hasta cualquier destino venezolano distinto a los estados fronterizos.  Varios veinte millones de pesos ganan diariamente controlando el contrabando de gasolina y productos de primera necesidad en las ciudades fronterizas.  Ministro, la vida de Maduro o cualquier dirigente nacional de la Revolución, está mucho mejor cotizada.  Revise, porque la información no es correcta.  Quizá se trata de los mismos millones, pero de dólares, no los 10.500 que representa el dato.  Si los paras tuviesen necesidad de moverse por ese precio irrisorio, aquí tuviésemos 100.000, pagados por cualquier pendejo de los que están dispuestos a gastar 20 millones de pesos para salir del camino que nos marcó el Comandante Chávez.


















Enlace de este artículo en aporrea.org:


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