Tejer sueños y futuro... el
tejer lana en tiempos de Revolución
¡Bienvenido
Ciudad de Mérida CR! Felicitamos a
quienes asumieron el compromiso de crearlo y alentamos a quienes tienen la
tarea de dirigirlo y perpetuarlo. Deseamos
que la larga espera sea resarcida con la comunicación que necesita el pueblo
del estado para informarse, formarse y expresarse, y así tener una guía en el
comprometido andar revolucionario. Ya
colaboraremos con la evaluación temprana, la más necesaria para asegurar
futuro; ya interpretaremos el recibimiento que tenga en nuestro entorno
inmediato, y alentaremos la apertura de canales de participación.
Bajé la versión
digital del primer número (http://www.ciudadmerida.info/images/documentos/CiudadMerida001P.pdf) y la revisé con atención, fue entonces cuando el
artículo “Mujeres de Gavidia tejen sus sueños y futuros” (p.11) me despertó unas inquietudes sobre el tejer lana en el Páramo en época de Revolución, que me
provocara hace varios años un documental sobre el tema. Sin madurarlas más, las quiero exponer espontáneamente,
a pesar de los riesgos de la inmediatez, con la intención de dar inicio a una reflexión colectiva, a una conversación.
Comenzaré
diciendo que la actividad de tejer lana como allí se expone, es un trabajo
esforzado y laborioso, debido al bajo nivel tecnológico con que se
realiza. Arrancado de la historia, de
los antepasados, de la coherencia tecnológica de modos de producción
pretéritos, los productos resultantes bien pudieron responder a diferentes
economías: cumplir con una compulsión laboral extraeconómica, reforzar la
autosuficiencia, destinar al trueque, llevar a mercados locales… se puede
determinar cuándo una, cuándo otra, pero nos aleja del objetivo inmediato. En este inicio de conversación quizá sí sea
necesario afirmar que fue una actividad aparecida bajo la dominación española,
cuando llegaron los ovinos a nuestros páramos.

¿Qué eso es lo
que le da el carácter de “artesanía” a los productos finales? Puede ser, pero ¿esa cualidad diferencial,
ese producto distinto al obtenido industrialmente, garantiza el “buen vivir”,
la calidad de vida que el socialismo desea para los trabajadores? ¿O se trata de un trabajo que los agobia, sin
una contrapartida económica equivalente al esfuerzo aplicado? ¿Deja de ser “artesanal” el producto si a los
procesos más limitantes se le introduce soluciones tecnológicas que los
facilite?
Las interrogantes
anteriores pierden el sentido si el Estado subsidia a los productores,
comprando su producción al alto precio que conllevan, para, por ejemplo,
exponerlos, realizar intercambios culturales, venderlos en cadenas de
artesanías selectas… o garantiza altos precios en el sitio, evitando la
competencia de productos similares producidos en otros países con ventajas
competitivas (no hablo de la catástrofe que pueden ocasionar productos chinos,
sino de artesanías provenientes de los países andinos). Eso es posible, pero no hay garantía de
continuidad, como ha sucedido en áreas semejantes.

¡Salud mis amigos!
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