EL REFINADO 1x10
NO SUSTITUYE ENCUESTA RAMPLONA
No hay nada más descorazonador que terminar
afirmando “lo advertí”, “te lo dije”, porque eso resume un
fracaso histórico que nos afecta a todos, pero el 28 de septiembre de 2015
escribí “Si fuese gobierno en Mérida
encargaría una encuesta… y obraría en consecuencia” (http://frontinoso2.blogspot.com/2015/09/si-fuese-gobierno-en-merida-encargaria.html)
sobre la obnubilación que sufre el poder para percibir la realidad verdadera,
su explicación y consecuencias, a lo que ahora puedo agregar
el remplazo de métodos de medición estadísticos comprobados, por otros
defectuosos. Y fue que la valoración
social de la acción de gobierno y su proyección en la intención de voto se
confió al 1x10, procedimiento que nació con plomo en las alas.
En esencia, el 1x10 está cercano a la
perfección, y Chávez fue un genio. En
las entrañas de la comunidad, con el conocimiento que me da la cercanía
familiar y social inmediata, el intercambio diario y luchas comunes, quien tenga un
leve ascendente en el grupo conforma una lista de 10 personas que nos
comprometemos a acudir a votar; esa lista se envía a un organismo de seguimiento,
que elabora el panorama de la situación electoral de las unidades territoriales
escogidas, y así, hasta una visión nacional pluscuamperfecta. Pero esa excelencia fue menoscabada desde el
comienzo por la sordidez propia de la organización partidista, que la convirtió
en otra manifestación patrañera de poder.
Cuando se inició el 1x10 se
repartieron planillas a granel y se solicitó llenarlas por obligación a
empleados públicos, consejos comunales y bichos de uña. Resultado, el relajo total: listas planas,
inscripción de personas sin ser consultadas ni mostrar conformidad, residentes de otras comunidades, inclusión
de la misma persona en varias listas… y todos quedaron bien, todos demostraron
su condición de militantes disciplinados y se confirmó la fortaleza y
eficiencia del partido. Los posibles errores
de procedimiento no importaban, porque las planillas se reorganizarían
territorialmente y se cruzarían los datos para depurarlas… jejejé. En las oportunidades sucesivas se organizó
territorialmente y se exoneró a los empleados públicos de la obligación de
llenarlas, pero se recurrió a planillas no actualizadas, y el afán de muchos por
cumplir y demostralo, llevó a que utilizaran los datos dados en simulacros y
reuniones, para incluirte en varias planillas, "sólo para recordarte acudir a votar",
porque para cuantificación de posibles votantes los datos se cruzarían y se
depurarían. Otra vez, Jejejé.
Sobre los datos “exactos” del 1x10,
las “salas situacionales” apuntalaron el triunfalismo prevaleciente durante la
campaña electoral, prescindiendo de las encuestas (¿qué fue de la vida de
GISXXI?) recurso que sí supo utilizar la oposición. Tengo mediciones que anticiparon exactamente
los resultados, pero que eran puestas en duda por los mismos opositores, dado que los desconcertaba el exagerado optimismo del gobierno.
Difícil que en mis escritos apele a
la anécdota, pero hoy no resisto recurrir a dos vivencias relacionadas con lo
que acabo de exponer. Pocos días antes
del 6D me encontré con un amigo siempre enterado de los intríngulis del poder,
y ante mi pesimismo sobre los resultados, me hizo un análisis perfecto del
triunfo seguro, estado por estado y, en Mérida, circuito por circuito,
razonamiento fundamentado esencialmente en los datos del 1x10 que recibían las
salas situacionales. No me convenció del todo, pero hasta repetí su análisis. La otra: la tarde del 5 de
diciembre me llamó un dirigente (en serio, dirigente) del partido para que le
diera mis datos, los de mi familia y conocidos para elaborar un 1x10. Le manifesté que ya estábamos incluidos en
uno y yo quizá en dos por lo que le expliqué, pero insistía diciéndome que no
importaba, porque era para llamarnos por teléfono para recordarnos votar y
saber si lo habíamos hecho. De nuevo le
expliqué que en mi zona ya estábamos preparados, que no necesitábamos ese
esfuerzo del partido para cumplir con lo obvio… me dejó a regañadientes con el
único dato que le proporcioné, el teléfono de un vecino a quien prometió
llamar.
Y porque arriba toqué de
refilón, aprovecho para exponer
otro autoengaño que entorpece la percepción de la intención de voto, la coacción
oficial a asistir a concentraciones y marchas.
Empleados públicos y beneficiarios de ciertos programas gubernamentales,
son constreñidos a acudir a esos actos, controlados por caporales que, lista en
mano, comprueban la asistencia. Nada de
convencimiento político y formación doctrinaria, sino coacción pura y simple,
que en muchos casos provoca resquemor y contrariedad, y que no reflejan la intención
de voto. Y el colmo, en casos de
concentraciones importantes, con aportes humanos del interior del estado, los
así traídos se desparraman por bares y licorerías, perdiéndose hasta el
esfuerzo económico para trasladarlos.
Amigos, nos seguimos viendo aquí,
porque no está pasando nada, sólo nos está llevando mandinga y media revolución debe estar disfrutando las actividades de carnaval.
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