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lunes, 28 de septiembre de 2015

Si fuese gobierno en Mérida encargaría una encuesta... y obraría en consecuencia



Resumo dos postulados expresados en escritos anteriores: una, que mientras más alto el cargo, menor posibilidad de evaluar la realidad real (¿no es correcto hablar de la verdad verdadera?, pues bueno, deriven la realidad real), porque los buenos deseos implícitos en el ejercicio del poder obnubilan y la cadena de percepciones interesadas que se transmiten de abajo arriba reconfirman esa apreciación.  La otra, que si se tiene una encuestadora de confianza, que la hay, que no de resultados a la medida del pago sino a la de la necesidad política, no dudaría en contratarla por si existe razón en la percepción de los militantes (ojo, militantes) que viven la vida política en el laboratorio de la calle.

Y es que hay mucha diferencia en la percepción del futuro electoral por parte del gobierno y partido regional, y la militancia pensante sin cargos o amarres en esos dos entes.  Lo expresado es una suposición, fundamentada en la ausencia de ajustes en el comportamiento político y en el estilo de gobernar, lo que indica una seguridad total de que no se está exponiendo nada y se recorre el camino correcto para asegurar el triunfo en las inminentes elecciones; porque de actuar de esa manera sabiendo que se cierne sobre le estado una catástrofe electoral, sería el suicidio político más elemental que pudiese darse.

Existen y reconocemos líneas de gobierno absolutamente coherentes con los principios rectores de la Revolución, enunciado que se hace para alejar cualquier sospecha de crítica generalizada y mal intencionada… pero hay comportamientos absurdos que sería grave omisión política no someterlos a análisis crítico o a la reprobación total.  Entre estos resalta los derivados de falta de coherencia entre teoría y praxis, como la negación e entorpecimiento de la participación popular, la prevalencia de enfoques burgueses de políticas administrativas, la presencia de actos de corrupción en cualquiera de los aspectos que incluye esta expresión.  Y ejemplos de todo lo anterior tenemos en la administración regional, blindada a toda crítica y recomendaciones externas.

En la coyuntura de vivir una situación preelectoral poco esperanzadora, las prácticas administrativas y políticas absurdas, siempre paradójicas, adquieren un contraste extremo por las consecuencias que de ellas pueden derivarse.  Y ante la ceguera y sordera de quienes tienen el poder de evitarlas, sólo queda las llamadas de atención, los gritos de advertencia, más por intuir que puede haber una debilidad en la inconsciencia, que por descargar responsabilidades históricas y poder decir en el futuro “lo advertí”, expresión que resume siempre un fracaso histórico.
Del presente escrito derivarán tres, que esperamos publiar en este medio a corto plazo: la obcecación por mear fuera del pote en cuanto a las clases a que debe beneficiar ciertos aspectos de la administración del gobierno y, desde luego, su repercusión política; la actitud inexplicable de mantener un equipo inútil en una de las áreas con mayor influencia en los resultados electorales, el de comunicación, propaganda y agitación; y la absurda actitud de jamás someter a análisis posterior los fracasos –y lo triunfos– electorales y, por tanto, tropezar siempre con la misma piedra.
Nos veremos pronto, amigos, y les pido que ayuden a propagar esta opinión.




               
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