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martes, 22 de enero de 2013

El caballero, la muerte y el demonio. A. Durero, 1513

Eso de "Mérida, ciudad de los caballeros venida a menos", 
es una estafa ideológica (*)

Fermín E. Osorio C. 

Mi optimismo expresado en el artículo pasado se vino al piso.  La solución del problema de la basura en Mérida está lejos de darse.  Por lo que percibo, el alcalde y su combo plantean más de lo mismo, y la gobernación, gobierno nacional y comunidades organizadas estudian la creación de una empresa (ANDES, Empresa Andina de Desechos Sólidos), ajustada a los parámetros socialistas.  Ambas posturas podrían generar un conflicto de competencias e intereses que retarde la solución del problema.

De todas maneras, he expresado dos características que debe cumplir quien pretenda ser candidato a alcalde revolucionario de Mérida: lidiar con las ferias hasta transformarlas en un período de entretenimiento para crecimiento del pueblo y saber gestionar problemas como el de los desechos sólidos con soluciones que repercutan en la implantación y fortalecimiento del socialismo.
Tras el regreso del averno, Lester B. planteó más problemas no solucionados como objetivo de los cuatro meses que le quedan en la alcaldía, como si no hubiesen transcurrido cuatro años, abriéndonos el camino para la crítica y su extrapolación a una gestión revolucionaria.  ¿Qué hizo Lester B. en cuatro años?  ¡Nadie lo sabe!  Es que ni una de sus pacatas promesas electorales se hizo realidad (¿recuerdan la de cubrir a Mérida de fábricas de pantaletas?) y por falta de hacer algo, todos, todos los problemas se agravaron.  Ni olió ni hedió, pasó como un ectoplasma sobre una ciudad que ya no aguanta más acumulación de problemas y puede estallar.  Y al escribir esto, remito a artículos futuros el enfoque de esos problemas no resueltos, para atender en primera instancia una responsabilidad profesional.
En lugar de “una ciudad que no aguanta más acumulación de problemas”, pude haber escrito (y quizá lo haya empleado a la ligera en otro momento) una ciudad que ya no aguanta más deterioro.  Pero es que desde mi posición de historiador socialista rechazo las añoranza del pasado como tiempos mejores, la historia rosa como manejo de clase contra la irrupción de futuro, la prevalencia de su ideología y su aprovechamiento sistemático para el mantenimiento de su hegemonía.  Los problemas que acogotan la ciudad no son fuego celeste caído sobre una ciudad inerme, sino que fueron apareciendo en la medida en que las clases dominantes los provocaban y se beneficiaban de ello.  En esto incluyo todas las modalidades de deterior ambiental y cultural, estropicio patrimonial, caos urbanístico, calidad de los servicios, transporte público, tráfico. . . y las secuelas de violencia en todas sus manifestaciones, pobreza y miseria, exclusión, desarraigo, comercio informal, suciedad...
Eso de Mérida, Ciudad de los Caballeros cada día más venida a menos, es una estafa ideológica, y tras ello continúan los tiros de numerosos analistas que desde la izquierda piensan la ciudad y sus problemas.  Los entiendo porque la historia disponible es una historia tramposa, cómplice, positivista, profundamente ideologizada; inspirada y propagada por las clases dominantes para entretener y provocar catilinarias (y muy buenas) que se desvían de la esencia de los problemas hacia lo periférico, para ponernos a mear fuera del pote.  Culpa de nadie, porque es la historia que mamamos, con la que nos criamos, la historia como arma de la oligarquía (clases dominantes en ejercicio del poder) para imponer su dominio de clase.  No es fácil luchar contra esto y convertir la historia en arma para la liberación, más, cuando quienes lo comenzaron a plantear derivaron hacia nebulosas ortodoxias ininteligibles para el pueblo e inaplicable a su realidad inmediata.  De esta preocupación surgió mi blog Historia para Fundamentar, que comienza a mostrar resultados.
Por eso me muestro escéptico cuando en este mismo foro leo a camaradas que arremeten brillantemente contra lo más superficial, contra manifestaciones epidérmicas de resultados transitorios de la lucha de clases presente en Mérida desde la colonia hasta hoy, como bien corresponde a una ciudad erigida sobre la explotación, la opresión, la injusticia, la iniquidad, la doble moral.
Con lo dicho no estoy dando lecciones de nada.  Quizá quisiera que nos unamos para pensar a Mérida en conjunto, desde la perspectiva de la liberación, del socialismo que desesperadamente buscamos alcanzar.
Y para terminar, confieso alegría por los correos que provocan mis artículos, sobre todo por el recibimiento de materiales que refuerzan posiciones, pero, que también provocan reflexión.  A recibidos sobre el artículo ¡Basta de alcaldes…” http://www.aporrea.org/regionales/a157709.html de parte de anti taurinos militantes, le voy a dedicar parte de mi próximo artículo.


(*) Artículo enviado a aporrea.org (Eso de “Mérida, Ciudad de los Caballeros venida a menos”que publico aquí porque contiene planteamientos de historia de interés para este blog.

En aporrea.org
(Serie sobre los alcaldes y concejales necesarios)








jueves, 17 de enero de 2013

miércoles, 16 de enero de 2013

Con el permiso de Ciudad Caracas, El Especulador Precoz y ENEKO... 
pero no resisto la tentación de publicar esta extraordinaria caricatura.
*

martes, 15 de enero de 2013




 ¡Clamor por Chávez!

Días tensos, días de historia

NUEVO ARTÍCULO EN APORREA.ORG

(Rumbo al vertedero: dirigentes de oposición luego del 8-O y 16-D)

Mérida trinchera
(Serie sobre los alcaldes y concejales necesarios)


lunes, 7 de enero de 2013



JUEVES 10 DE ENERO DE 2013

EL PUEBLO VENEZOLANO DEMOSTRARÁ 
QUE NADIE LE PUEDE
ROBAR SUS SUEÑOS

¡NI SE ATREVAN!

Puede ser la diferencia entre avanzar al ritmo de la historia
y saltar adelante con el ímpetu de la fuerza descomunal del pueblo


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(HISTORIA PARA FUNDAMENTAR - ARTÍCULO)


DISEÑO DE ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL 
EN VENEZUELA

4.  (Vaya al "Resumen 2012 de Historia para Fundamentar", 28/12/12, y a la entrada anterior, para buscar las tres primeras entregas de este ensayo)


He orientado el tema de la historia de la propiedad territorial en Venezuela hacia las modificaciones que sufrirá lo que se conformó en los primeros 300 años de historia desde la invasión europea, es decir alrededor de 3/5 del transcurrir histórico hasta hoy.  No obstante el tema y su prolongado discurrir, en lo que va del ensayo no he hecho uso aún de la palabra “latifundio”, lo que puede considerarse una omisión, razón por la cual debo razonar mi proceder, cuanto más cuando recibí un llamado de atención.

Latifundio es una categoría sociológica y política, mas que económica e histórica.  No corresponde a ninguna unidad de producción concreta, pues las dimensiones por si solas no califican la Gran Propiedad en países con ecosistemas variados.  En la realidad histórica venezolana nunca hemos oído a las clases propietarias denominar sus unidades de producción como “mi latifundio”, y sí, como “mi plantación”, “mi hacienda”, “mi hato”, “mi finca”, “mi fundo”, “mi propiedad”; y a su vez, los pequeños propietarios se refieren a sus propiedades como “mi conuco”, “mi terreno”, “mi parcela”, “mi patio”, “mi fundo”, “mi cuadra”, “mi propiedad”, “mi lote”, “mi invasión”…  Si estos tipos de unidad de producción reconocidos e historiados son o no, respectivamente, latifundios o minifundios, depende del ecosistema de ubicación, uso de la tierra, condiciones agronómicas, nivel tecnológico, relaciones de trabajo, marco político-legal… y sobre todo del abordaje teórico-intelectual que privilegie una u otra de sus características objetivas, o la necesidad política que, ante la insuficiencia del estudio de la propiedad territorial, deba condenar globalmente su injusta distribución y las distorsiones sociales que de esta derivan.

Con enfoque científico y revolucionario, Salvador de la Plaza fue uno de quienes abrieron camino para el tratamiento erudito de la tenencia de la tierra en Venezuela, y le siguieron magníficas obras de análisis de lo que se dio por conceptuar como “complejo minifundio-latifundio”, que colocaron la tenencia de la tierra como una de las preocupaciones más urgentes del análisis de la realidad nacional.  Como parte de la derrota de la insurgencia de los sesenta, esta urgencia se fue apagando, hasta casi desaparecer tras el engaño absoluto de la aplicación de la Ley de Reforma Agraria de marzo de 1960 y la rendición de banderas de la intelectualidad de izquierda a medida de que avanzaba el intento del neoliberalismo de convertirse en hegemónico.

El “complejo latifundio minifundio” fue un laborioso y bien logrado tomograma de una realidad más compleja, que resaltaba especialmente por la larga cola histórica que arrastraba y por ser perfectamente apropiado para las “teorías de la transformación revolucionaria”.  Cuando se planteó académicamente, ya la Gran Propiedad Capitalista, con su composición de capital específica y sus repercusiones sociales particulares, apuntaba a ser lo cardinal en la economía agrícola venezolana, pero al igual que otros enfoques limitados o atados a “teorías necesarias” para la transformación de la realidad, resultó insuficiente para explicar la tenencia de la tierra en tiempos de Revolución y su urgente necesidad política de erradicar definitivamente la apropiación de la tierra por parte de la oligarquía.

Con este sucinto texto explico el por qué no haber usado la categoría "latifundio" en este ensayo; no obstante, el tema se retomará más adelante.

viernes, 4 de enero de 2013



(HISTORIA PARA FUNDAMENTAR - ARTÍCULO)

DISEÑO DE ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL 
EN VENEZUELA

3.  (Vaya al "Resumen 2012 de Historia para Fundamentar", 28/12/12, para buscar las dos primeras entregas de este ensayo)

Este cuadro de formas de propiedad, aún cuando ha sido expuesto sin jerarquizar, da una panorámica compleja de la propiedad territorial antes del desencadenamiento del violento y costoso proceso que conduciría a la independencia política.  La propiedad privada de blancos era una más dentre las distintas formas de propiedad, y si no la más relevante por su extensión total (en Venezuela, la famosa “economía colonial” se realizó en alrededor del 8% del territorio), lo era por su importancia en la economía, ya que la relacionaba con el mercado internacional y la proveía de numerario.  La propiedad privada de blancos que no cumplía esta función, existía para respaldar con alimentos e insumos a la que si destinaba la producción al mercado internacional y a mercados regionales o locales en formación; es decir, según la denominación dada en los territorios que conformarían Venezuela, se trataba de “haciendas”, las primeras, y “plantaciones” o “hatos”, las segundas, tipos de unidad de producción con organización del trabajo, mano de obra, tecnología y producciones diferentes. 
Indígenas, pertenecientes a mezclas étnicas, blancos de orilla (blancos no propietarios) y algunos negros si consideramos a los “cumbés” otra forma de propiedad, gozaban de tierras en diferentes modalidades de propiedad o posesión.  La vigencia de leyes específicas, por una parte, la inexistencia de frontera agrícola que hacía de las tierras un bien accesible, y el hecho de que la autarquía era considerada un modo aceptable de vida, no hacía necesaria la venta de la fuerza de trabajo para subsistir, lo que obligaban a que, para asegurar mano de obra para la explotación de las unidades de producción en la tierra propiedad privada de blancos, corporaciones eclesiásticas y la Corona, debía recurrirse a relaciones de trabajo coercitivas extra económicamente.  De estas, la esclavitud era la dominante, pero comenzaba a perfilarse formas de colonaje (en Los Andes) y peonaje, lo que calificaba a las relaciones de producción como pre capitalistas, con fuertes características de esclavistas.  Cualquier existencia de relaciones salariales en actividades concretas, constituía una excepción no calificadora.


Acentúa más el carácter pre capitalista del modo de producir, lo rudimentario de la tecnología, en momentos cuando en otras regiones del mundo ya no lo era.  En la conformación del precio de una unidad de producción, el porcentaje abrumador está determinado por el precio de los esclavos, bien escaso y caro.  Capital fijo, sobre todo la tecnología disponible, es el segundo rubro a considerar, dejando el precio de la tierra en un relegado tercer lugar, salvo en unidades de producción ubicadas en las zonas de expansión de ciudades y pueblos.  Los insumos y otros bienes que pudieran necesitar estas unidades de producción eran proveídos por otras unidades de producción y por artesanos residenciados en pueblos o ciudades aledañas.
La propiedad de la tierra tenía una función económica, la de generar riqueza, pero era común que la posesión de la tierra en si misma remitiera a otros criterios, como el de otorgar prestigio social a su poseedor, asegurar dotes civiles y religiosas, proveer modo de vida a cargos eclesiásticos, asegurarse la vida eterna.  En toda América española, al final de a época colonial el porcentaje de la tierra propiedad de corporaciones eclesiásticas o hipotecadas a la iglesia era abrumador, a pesar de los esfuerzos de las autoridades para detener esta tendencia.  A esta situación se había llegado por diversas vías, como las ya expresadas de donar para asegurarse la vida eterna, fundar obras pías y capellanías con objetivos de sostener obras educativas, hospitalarias o la vida terrenal de un clérigo de la familia, conformar dotes para el ingreso de una mujer a la vida religiosa, y sobre todo la entrega a la iglesia de bienes cuya hipoteca se había convertido en imposible de liquidar.

Y era que durante toda la colonia el financiamiento de las actividades agrícolas estuvo en manos de corporaciones eclesiásticas, quienes cedían dinero a los productores a censo (5% de interés).  Este porcentaje se mantuvo durante toda la colonia y, por rondar la productividad de las unidades de producción, se puede considerar muy alto.  Institución que colocaba a “censo” su capital, no estaba interesada en recuperar el capital, sino en percibir con puntualidad el interés, manteniendo a la propiedad territorial bajo su control, fuera del emergente mercado de tierras.
Aún sin plantear el trastorno profundo ocasionado en este orden agrario por la vorágine del proceso que se desencadenó a partir de 1811, ni lo que le sucederá a la estructura de tenencia de la tierra a partir de las políticas de la generación liberal libertadora y de los posteriores liberales primario exportadores, ya podemos rechazar una versión histórica muy frecuente entre historiadores anglosajones y europeos en general, pero también entre locales que en lugar de acercarse a la realidad agraria y su formación histórica con las herramientas metodológicas y doctrinarias correctas, lo hacen desde el eurocentrismo o siguiendo sin crítica a grandes gurúes de la historia. 
Se trata de arrancar de la estructura colonial de tenencia de la tierra la formación de la "Gran Propiedad" ocurrida desde mediados del siglo XIX y vigente durante todo el siglo XX.  Muy frecuentes han sido los libros que tratan el tema de la concentración de la propiedad de la tierra como “herencia colonial”, logrando imponer ese criterio a la generalidad de la opinión no especializada o comprometida políticamente.  Con expresa intención en desviar la atención del análisis correcto de la realidad social contemporánea, o por ignorancia culposa, exoneran al capitalismo de tal responsabilidad, siendo que es el principal responsable de todos los desequilibrios y aberraciones actuales en torno a la estructura de tenencia de la tierra.  Sólo por incurrir en esta distorsión, cientos de trabajos sobre el problema de la tierra pasan a ser útiles para nada.  Al afirmar lo anterior, también debo dejar claro que no se trata de idealizar o teñir de rosado la forma de tenencia de la tierra durante la colonia; de ninguna manera, pues estamos convencidos de que contribuyó esencialmente con el genocidio indígena, con su histórica explotación y la de otras etnias y mezclas étnicas, y con la existencia de la ignominiosa relación de esclavitud.

Así como nada ayuda al análisis crítico de la estructura de tenencia de la tierra del siglo XIX-XX explicarla por la situación territorial colonial, tampoco ayuda la muy trillada consideración de la colonia como si de capitalista se tratara.  La famosa tesis del “capitalismo colonial” no tiene asidero ni histórico ni teórico, porque la forma de producir siempre fue pre capitalista, aún cuando no necesariamente feudal ni netamente esclavista.  Que el mercado fuese capitalista es un problema no interno de, en este caso, los territorios que constituirían a Venezuela.  Se pudo producir para un mercado capitalista (tampoco me atrevo a considerarlo tal hasta bien entrado el siglo XVIII, pero eso es otra historia) bajo modos de producción eminentemente pre capitalistas, como sucedió al final de la época colonial.  ¿Cómo denominarlos si incluirlos en el “modo de producción asiático” puede traer más complicaciones que facilidad de análisis?  Pues se nos plantea el reto de crear e imponer categorías que definan la situación, lo que en este momento también es otra historia.
Este orden de propiedad planteaba concretas formas de contradicciones sociales y tensaba la lucha de clases que tuvo diferentes manifestaciones, difíciles de analizar por los matices no económicos que afectaban las clases de la sociedad colonial.  La lucha de clases fue clara entre las clases extremas propietarios blancos y mano de obra esclava, que se resolvieron en rebeliones, huidas a lugares inhóspitos, no colonizados a organizar modos de producción propios (cumbés) o en modalidades de resistencia pasiva que contradecían el orden económico y social impuesto y que van conformando "la actitud frente al trabajo" de las clases explotadas.  Entre blancos propietarios e indígenas que soportaban la expansión de la propiedad blanca, remitidos a prolongados litigios ante las autoridades coloniales.  Tensiones entre la clase dominante por el control del excedente, entre agricultores blancos y comerciantes blancos, con desenlaces concretos, y entre la clase dominante y el resto de clases y grupos de clase.  Otra forma de lucha fue entre los indígenas insumisos y los intentos de penetración en sus territorios de formas colonizadoras de cualquier índole.
En la siguiente entrega vamos a considerar las modificaciones sufridas por esta estructura territorial durante e inmediatamente después de la cruenta y costosa lucha por la independencia política, es decir, desde aproximadamente 1808 a 1830.  Muchas de las características de las diferentes formas de propiedad colonial se analizarán cuando se enfoque su debilitamiento y desaparición, o a solicitud de los lectores de este ensayo.
*
(foto mía, de un cartel sin ddp expresados)
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jueves, 3 de enero de 2013

ENTRE TANTAS INJUSTICIAS EN EL MUNDO, 
ESCOJO PARA INICIAR EL 2013 LA DE EXIGIR (E INVITAR A HACERLO) 
LA LIBERACIÓN DE LOS CINCO HÉROES CUBANOS

¡14 AÑOS DE PRISIÓN POR LUCHAR CONTRA EL VERDADERO TERRORISMO!

¡BASTA DE "JUSTICIA" IMPERIALISTA!

¡LIBERTAD!

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antiterroristas.cu
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