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viernes, 4 de enero de 2013



(HISTORIA PARA FUNDAMENTAR - ARTÍCULO)

DISEÑO DE ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL 
EN VENEZUELA

3.  (Vaya al "Resumen 2012 de Historia para Fundamentar", 28/12/12, para buscar las dos primeras entregas de este ensayo)

Este cuadro de formas de propiedad, aún cuando ha sido expuesto sin jerarquizar, da una panorámica compleja de la propiedad territorial antes del desencadenamiento del violento y costoso proceso que conduciría a la independencia política.  La propiedad privada de blancos era una más dentre las distintas formas de propiedad, y si no la más relevante por su extensión total (en Venezuela, la famosa “economía colonial” se realizó en alrededor del 8% del territorio), lo era por su importancia en la economía, ya que la relacionaba con el mercado internacional y la proveía de numerario.  La propiedad privada de blancos que no cumplía esta función, existía para respaldar con alimentos e insumos a la que si destinaba la producción al mercado internacional y a mercados regionales o locales en formación; es decir, según la denominación dada en los territorios que conformarían Venezuela, se trataba de “haciendas”, las primeras, y “plantaciones” o “hatos”, las segundas, tipos de unidad de producción con organización del trabajo, mano de obra, tecnología y producciones diferentes. 
Indígenas, pertenecientes a mezclas étnicas, blancos de orilla (blancos no propietarios) y algunos negros si consideramos a los “cumbés” otra forma de propiedad, gozaban de tierras en diferentes modalidades de propiedad o posesión.  La vigencia de leyes específicas, por una parte, la inexistencia de frontera agrícola que hacía de las tierras un bien accesible, y el hecho de que la autarquía era considerada un modo aceptable de vida, no hacía necesaria la venta de la fuerza de trabajo para subsistir, lo que obligaban a que, para asegurar mano de obra para la explotación de las unidades de producción en la tierra propiedad privada de blancos, corporaciones eclesiásticas y la Corona, debía recurrirse a relaciones de trabajo coercitivas extra económicamente.  De estas, la esclavitud era la dominante, pero comenzaba a perfilarse formas de colonaje (en Los Andes) y peonaje, lo que calificaba a las relaciones de producción como pre capitalistas, con fuertes características de esclavistas.  Cualquier existencia de relaciones salariales en actividades concretas, constituía una excepción no calificadora.


Acentúa más el carácter pre capitalista del modo de producir, lo rudimentario de la tecnología, en momentos cuando en otras regiones del mundo ya no lo era.  En la conformación del precio de una unidad de producción, el porcentaje abrumador está determinado por el precio de los esclavos, bien escaso y caro.  Capital fijo, sobre todo la tecnología disponible, es el segundo rubro a considerar, dejando el precio de la tierra en un relegado tercer lugar, salvo en unidades de producción ubicadas en las zonas de expansión de ciudades y pueblos.  Los insumos y otros bienes que pudieran necesitar estas unidades de producción eran proveídos por otras unidades de producción y por artesanos residenciados en pueblos o ciudades aledañas.
La propiedad de la tierra tenía una función económica, la de generar riqueza, pero era común que la posesión de la tierra en si misma remitiera a otros criterios, como el de otorgar prestigio social a su poseedor, asegurar dotes civiles y religiosas, proveer modo de vida a cargos eclesiásticos, asegurarse la vida eterna.  En toda América española, al final de a época colonial el porcentaje de la tierra propiedad de corporaciones eclesiásticas o hipotecadas a la iglesia era abrumador, a pesar de los esfuerzos de las autoridades para detener esta tendencia.  A esta situación se había llegado por diversas vías, como las ya expresadas de donar para asegurarse la vida eterna, fundar obras pías y capellanías con objetivos de sostener obras educativas, hospitalarias o la vida terrenal de un clérigo de la familia, conformar dotes para el ingreso de una mujer a la vida religiosa, y sobre todo la entrega a la iglesia de bienes cuya hipoteca se había convertido en imposible de liquidar.

Y era que durante toda la colonia el financiamiento de las actividades agrícolas estuvo en manos de corporaciones eclesiásticas, quienes cedían dinero a los productores a censo (5% de interés).  Este porcentaje se mantuvo durante toda la colonia y, por rondar la productividad de las unidades de producción, se puede considerar muy alto.  Institución que colocaba a “censo” su capital, no estaba interesada en recuperar el capital, sino en percibir con puntualidad el interés, manteniendo a la propiedad territorial bajo su control, fuera del emergente mercado de tierras.
Aún sin plantear el trastorno profundo ocasionado en este orden agrario por la vorágine del proceso que se desencadenó a partir de 1811, ni lo que le sucederá a la estructura de tenencia de la tierra a partir de las políticas de la generación liberal libertadora y de los posteriores liberales primario exportadores, ya podemos rechazar una versión histórica muy frecuente entre historiadores anglosajones y europeos en general, pero también entre locales que en lugar de acercarse a la realidad agraria y su formación histórica con las herramientas metodológicas y doctrinarias correctas, lo hacen desde el eurocentrismo o siguiendo sin crítica a grandes gurúes de la historia. 
Se trata de arrancar de la estructura colonial de tenencia de la tierra la formación de la "Gran Propiedad" ocurrida desde mediados del siglo XIX y vigente durante todo el siglo XX.  Muy frecuentes han sido los libros que tratan el tema de la concentración de la propiedad de la tierra como “herencia colonial”, logrando imponer ese criterio a la generalidad de la opinión no especializada o comprometida políticamente.  Con expresa intención en desviar la atención del análisis correcto de la realidad social contemporánea, o por ignorancia culposa, exoneran al capitalismo de tal responsabilidad, siendo que es el principal responsable de todos los desequilibrios y aberraciones actuales en torno a la estructura de tenencia de la tierra.  Sólo por incurrir en esta distorsión, cientos de trabajos sobre el problema de la tierra pasan a ser útiles para nada.  Al afirmar lo anterior, también debo dejar claro que no se trata de idealizar o teñir de rosado la forma de tenencia de la tierra durante la colonia; de ninguna manera, pues estamos convencidos de que contribuyó esencialmente con el genocidio indígena, con su histórica explotación y la de otras etnias y mezclas étnicas, y con la existencia de la ignominiosa relación de esclavitud.

Así como nada ayuda al análisis crítico de la estructura de tenencia de la tierra del siglo XIX-XX explicarla por la situación territorial colonial, tampoco ayuda la muy trillada consideración de la colonia como si de capitalista se tratara.  La famosa tesis del “capitalismo colonial” no tiene asidero ni histórico ni teórico, porque la forma de producir siempre fue pre capitalista, aún cuando no necesariamente feudal ni netamente esclavista.  Que el mercado fuese capitalista es un problema no interno de, en este caso, los territorios que constituirían a Venezuela.  Se pudo producir para un mercado capitalista (tampoco me atrevo a considerarlo tal hasta bien entrado el siglo XVIII, pero eso es otra historia) bajo modos de producción eminentemente pre capitalistas, como sucedió al final de la época colonial.  ¿Cómo denominarlos si incluirlos en el “modo de producción asiático” puede traer más complicaciones que facilidad de análisis?  Pues se nos plantea el reto de crear e imponer categorías que definan la situación, lo que en este momento también es otra historia.
Este orden de propiedad planteaba concretas formas de contradicciones sociales y tensaba la lucha de clases que tuvo diferentes manifestaciones, difíciles de analizar por los matices no económicos que afectaban las clases de la sociedad colonial.  La lucha de clases fue clara entre las clases extremas propietarios blancos y mano de obra esclava, que se resolvieron en rebeliones, huidas a lugares inhóspitos, no colonizados a organizar modos de producción propios (cumbés) o en modalidades de resistencia pasiva que contradecían el orden económico y social impuesto y que van conformando "la actitud frente al trabajo" de las clases explotadas.  Entre blancos propietarios e indígenas que soportaban la expansión de la propiedad blanca, remitidos a prolongados litigios ante las autoridades coloniales.  Tensiones entre la clase dominante por el control del excedente, entre agricultores blancos y comerciantes blancos, con desenlaces concretos, y entre la clase dominante y el resto de clases y grupos de clase.  Otra forma de lucha fue entre los indígenas insumisos y los intentos de penetración en sus territorios de formas colonizadoras de cualquier índole.
En la siguiente entrega vamos a considerar las modificaciones sufridas por esta estructura territorial durante e inmediatamente después de la cruenta y costosa lucha por la independencia política, es decir, desde aproximadamente 1808 a 1830.  Muchas de las características de las diferentes formas de propiedad colonial se analizarán cuando se enfoque su debilitamiento y desaparición, o a solicitud de los lectores de este ensayo.
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(foto mía, de un cartel sin ddp expresados)
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