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sábado, 14 de enero de 2017




En esta cruzada es INDISPENSABLE hablar del TRUMP que viene


El Trump es un orate de esos que surgen en épocas de crisis y que todavía no podemos comparar con Nerón, aún cuando terminara declamando como el emperador ¡qué artista pierde el mundo!  Antes de que le tocara, corcoveó fogoso, rugió con fiereza, amedrentó entusiasmado, se contradijo hasta provocar hilaridad, pero el sistema, el orden, el establecimiento, le acarició lomo y cabeza, para domarlo, hasta el punto de que pronto será perrito faldero y no el rottweiler que quiso ser.

Obama ni a faldero llegaba, fue un lleva y trae, un mandadero de pueblo; cualquier actitud beligerante que concibió fue obligado a deponerla, pasando por el presidente gringo que incumplió más promesas electorales (ojo, las de Trump no fueron promesas, fueron amenazas electorales).  Para mayor vergüenza, durante su mandato fueron asesinados y vapuleados más gente de su color que en el doble de tiempo anterior; parecía que la policía cada vez que masacraba a un negro, freudianamente pensaban en su presidente.  En definitiva, Obama ni olió ni hedió, sólo cumplió órdenes.

Obama no pertenecía a la clase política norteamericana, esa cuyo pensamiento va más allá del establecimiento, que coincide y supera los principios que lo conforman, que conocen su papel en el destino manifiesto de la nación.  Por eso se atrevió a proponer tímidas reformas en varios de los problemas norteamericanos mayores –fuera de la política internacional, que es una y trina– como salud e inmigración, pero se topo con los intereses del poder real, que lo obligó a incumplir sus promesas más preciadas.  Internacionalmente fue un incondicional del complejo industrial militar energético, que lo mantuvo asido siempre por donde más le dolía; avivó guerras que ya tendían a rescoldos, vigorizó otras existentes y creo nuevas, hasta alcanzar el premio Nobel.  Al Pentágono, engranaje básico del establecimiento, no le importan las derrotas que en esas guerras limitadas viene sufriendo su ejército, porque esas derrotas son parte del plan estratégico de dominación mundial y factor de activación de la industria militar, clave en un país tercerizado, desindustrializado.  Pero no es Obama el objeto de este escrito, por lo que volveré a la incógnita Trump.

Lo más extraño que ha pasado en la metamorfosis que está sufriendo –de pantera a gato doméstico– es el descaro, la actitud insolente que ha adoptado el establecimiento que domó a Obama con respetuoso sigilo, y que lo está haciendo con Trump, a latigazos y fuego, en un circo romano repleto de espectadores vociferantes.  Nunca antes se habían manifestado los intereses imperiales con tanto impudor, y lo debieron hacer así porque se sintieron amenazados; Trump iba por todas, con la concepción simplista de que lo que pasaba a su alrededor, la decadencia sobrevenida, era provocada por el debilitamiento de los principios norteamericanos, objeto de una conspiración de inmigrantes y traidores, y que la prosperidad del país se restituía con menos gasto –entre ellos el militar– y más inversión, como lo dicta el pensamiento táctico de un empresario de éxito.

Cambiar la política hacia Rusia significa ralentizarse la industria militar, también en estado precaótico, de ahí que ya está dando señales de que se mantendrán las medidas resbalosas que le antepuso Obama, y el enfrentamiento continuará en las mismas áreas de interés.  El mismo efecto tendría dejar que Europa se defienda sola y poner en salsa a la OTAN, por lo que todo seguirá igual, esperando un resbalón de una de las partes para que se desate una guerra de verdad… y a veces los protagonistas se resbalan en lo seco.  A China, a la que ha mostrado dientes, garras y colmillos, tendrá que comprarle seda para los guantes con que la tratará.  Precisamente en la era de Obama, Rusia y China dieron el mayor salto tecnológico militar que se haya visto, alcanzando en casi todos los órdenes a los confiados EE UU.  Eso lo sabe el Pentágono muy bien, y si las pequeñas derrotas ayudan al aseguramiento de la estrategia imperial, una humillación militar mayor la retorcería definitivamente.  Así que China seguirá construyendo y disfrutando islas artificiales, y Japón, Vietnam y demás países con mares fronterizos con China, incluso Taiwan, que se defiendan solos.  Cualquier escarceo verbal, estará dirigido más a favorecer la economía norteamericana, a equilibrar un tanto la balanza de pagos, verdadero norte de Trump.  Otro caso es Israel, que tendrá la protección necesaria para seguir cumpliendo las metas sionistas de apoderarse a sangre y fuego del Oriente Medio y más allá, lo que supone la creación y mantenimiento de organismos de terror, como el tan mentado ejército islámico; la cobertura al sionismo también hubiese sido total de haber triunfado Hillary.

Ergo, los grandes conflictos estratégicos seguirán dilucidándose en guerras verbales y mediáticas, quizá con un disparo de amague aquí y otro allá, y a la sombra de esos conflictos florecerán los intereses económicos del complejo industrial militar energético, de las empresas transnacionales y la reproducción del capital.




Pero ¡pobres de los débiles!  Los desafíos menores, y más si causan daño al prestigio o las trasnacionales, van a ser apagados sin misericordia.  La humillación interior de su domesticación, le va a salir a Trump comportándose como fiera frustrada, en el ámbito de lo que puede decidir sin afectar los intereses supremos de la nación norteamericana, pareciendo que sigue siendo Trump fiera, ganando prestigio y ocultando su debilidad frente al establecimiento.  Y en ese arrebato vengador puede estar incluida Venezuela, país que le ha enfrentado con decisión en aspectos geopolíticos y económicos, con consecuencias de importancia.

El decreto de Obama, renovado y vigente, puede ser el punto de partida para intervenir a favor de quienes nacieron aquí, pero tienen como modelo de vida los valores norteamericanos.  Y la intervención no sólo puede ser militar directa, aún cuando nos seguirán mostrando los dientes y medidas amenazantes no se detendrán, sino que puede ser usando peones cercanos o no, de esos siempre dispuestos a atacar males imaginarios; pero la más probable, menos costosa para el imperio e igualmente eficaz, menos traumática para la sociedad intervenida, es la represalia económica.  Un paquete de medidas que van desde detener importaciones hasta un bloqueo comercial y financiero, acompañado del financiamiento de cuanto factor interno sea capaz de desestabilizar y subvertir.  Y no somos cubanos ante la gravedad del período especial; la reacción venezolana frente las carencias económicas ya están perfiladas, y si se aprieta un poco más, surgirá lo indeseable.  ¿Preparados para la guerra asimétrica?  ¡Ni tanto!

En este blog ya habíamos hablado de Trump, y este es el ENLACE: VII DE AQUÍ




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