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sábado, 12 de diciembre de 2015


MÉRIDA, LA CIUDAD VENEZOLANA CON MÁS FASCISTAS POR METRO CUADRADO


Mural de Chávez atacado el 11-12 por fascistas de los alrededores del INCES


Mérida rezuma fascismo.  Su cuna ha sido el seno de las clases dominantes y de sectores medios –de medios hacia bien abajo–, amamantados con la “ideología merideña”.  Siempre han existido, pero desde 1999 han crecido exponencialmente, a causa de que sintieron –les hicieron sentir– el peligro de destrucción de su ideología y privilegios, algunos existentes sólo en anhelos incumplidos, en la marusa de maíz amarrada a la trompa para hacer llevar la carga, contentas, hasta a las mulas más propensas a encabritarse.
No es el momento de tipificar la “ideología merideña”, porque ese acopio ideológico singular ha sido uno de mis objetivos como historiador.  No obstante, hay que recordar que viene formándose desde la invasión española y que se sustenta en una rígida jerarquía con posiciones determinadas por el racismo y la exclusión, con un ensalzamiento del trabajo ajeno, apuntalado con la resignación cristiana.  La iglesia fue siempre el generador más importante de esa ideología, papel que pasó a compartir con una de sus creaciones, la universidad escolástica, que agregó otro tipo de méritos al mantenimiento de la esclerosada sociedad.  A su servicio también ha tenido a historiadores, literatos y “científicos sociales”, creadores de mitos y vapores teóricos tramposos.  Con ese paquete ideológico cuadran la cabeza de los merideños, influencia que no perdona ni a quienes en la historia de Mérida tendrían que haberlo por lo menos amenazado.  Y para mayor fatalidad, ha signado el comportamiento de la mayor parte de los dirigentes revolucionarios chavistas, de 1999 acá, lo que se puede demostrar con la “manera de gobernar”, tan semejante a la de la derecha histórica, hasta el punto de que a los electores les da lo mismo votar por unos o por otros.  Las posiciones doctrinarias antagónicas no se han esgrimido contra esa ideología, y menos se ha planteado la lucha de clases como mecanismo de cambio adecuado para este tipo de sociedades.
El pensamiento fascista siempre ha sido un componente importante en esa ideología y se ha puesto en evidencia cuando es necesario; por ejemplo, es innegable la empatía que sintieron las clases dominantes merideñas por Mussolini y por la causa del Eje durante la Segunda Guerra Mundial.
Pero los comportamientos fascistas son más recientes, y surgieron cuando hizo falta amedrentar.  Una sociedad conservadora, pasiva ante los cambios y con una adaptabilidad política excepcional, capaz de apoyar indistintamente a dictaduras y democracias sin parpadear socialmente, no tenía por qué generar comportamientos fascistas.  Durante la insurgencia de los sesenta, que implicó sobre todo a estudiantes “forasteros”, surgió la primera organización fascistas de choque, la “mano negra”, cuyos integrantes se limitaban casi a los hijos de la burguesía merideña y cuyos objetivos sólo alcanzaban a la competencia por prebendas y espacios políticos universitarios; no hacía falta para poner orden en otros ámbitos, porque los cuerpos policiales se encargaban de las verdaderas tareas de represión y escarmiento.
Llover sobre mojado sería hablar de la erupción fascista durante los gobiernos bolivarianos, cuyo pináculo fueron las “guarimbas”, pero que tiene permanentes manifestaciones, una de las cuales es la expresión de ODIO a Chávez, de las que he reseñado algunas en Historia para Fundamentar.  El “zambo” les removió neuronas, fibras y asaduras, les envenenó el tuétano de sus espíritus, y de eso sólo puede emanar fiereza y regurgitación del odio que ha dominado las lastimosas vidas de los burgueses merideños y de esos, más que alienados, idiotizados sectores sociales que se hacen llamar clase media, cuya caracterización tampoco viene a cuenta hoy.
Estúpidos de toda estupidez, atacan a un personaje que sus hijos y nietos tendrán que estudiar, porque es el más importante de los venezolanos de los siglo XX y XXI.  Sucedió con los partidarios de Páez contra Bolívar, y no olvidemos que Mérida siempre ha sido una ciudad paecista, cuyo bolivarianismo es sólo un cuento de camino.

Mural de Chávez atacado en el 2014







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