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lunes, 7 de enero de 2013


(HISTORIA PARA FUNDAMENTAR - ARTÍCULO)


DISEÑO DE ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL 
EN VENEZUELA

4.  (Vaya al "Resumen 2012 de Historia para Fundamentar", 28/12/12, y a la entrada anterior, para buscar las tres primeras entregas de este ensayo)


He orientado el tema de la historia de la propiedad territorial en Venezuela hacia las modificaciones que sufrirá lo que se conformó en los primeros 300 años de historia desde la invasión europea, es decir alrededor de 3/5 del transcurrir histórico hasta hoy.  No obstante el tema y su prolongado discurrir, en lo que va del ensayo no he hecho uso aún de la palabra “latifundio”, lo que puede considerarse una omisión, razón por la cual debo razonar mi proceder, cuanto más cuando recibí un llamado de atención.

Latifundio es una categoría sociológica y política, mas que económica e histórica.  No corresponde a ninguna unidad de producción concreta, pues las dimensiones por si solas no califican la Gran Propiedad en países con ecosistemas variados.  En la realidad histórica venezolana nunca hemos oído a las clases propietarias denominar sus unidades de producción como “mi latifundio”, y sí, como “mi plantación”, “mi hacienda”, “mi hato”, “mi finca”, “mi fundo”, “mi propiedad”; y a su vez, los pequeños propietarios se refieren a sus propiedades como “mi conuco”, “mi terreno”, “mi parcela”, “mi patio”, “mi fundo”, “mi cuadra”, “mi propiedad”, “mi lote”, “mi invasión”…  Si estos tipos de unidad de producción reconocidos e historiados son o no, respectivamente, latifundios o minifundios, depende del ecosistema de ubicación, uso de la tierra, condiciones agronómicas, nivel tecnológico, relaciones de trabajo, marco político-legal… y sobre todo del abordaje teórico-intelectual que privilegie una u otra de sus características objetivas, o la necesidad política que, ante la insuficiencia del estudio de la propiedad territorial, deba condenar globalmente su injusta distribución y las distorsiones sociales que de esta derivan.

Con enfoque científico y revolucionario, Salvador de la Plaza fue uno de quienes abrieron camino para el tratamiento erudito de la tenencia de la tierra en Venezuela, y le siguieron magníficas obras de análisis de lo que se dio por conceptuar como “complejo minifundio-latifundio”, que colocaron la tenencia de la tierra como una de las preocupaciones más urgentes del análisis de la realidad nacional.  Como parte de la derrota de la insurgencia de los sesenta, esta urgencia se fue apagando, hasta casi desaparecer tras el engaño absoluto de la aplicación de la Ley de Reforma Agraria de marzo de 1960 y la rendición de banderas de la intelectualidad de izquierda a medida de que avanzaba el intento del neoliberalismo de convertirse en hegemónico.

El “complejo latifundio minifundio” fue un laborioso y bien logrado tomograma de una realidad más compleja, que resaltaba especialmente por la larga cola histórica que arrastraba y por ser perfectamente apropiado para las “teorías de la transformación revolucionaria”.  Cuando se planteó académicamente, ya la Gran Propiedad Capitalista, con su composición de capital específica y sus repercusiones sociales particulares, apuntaba a ser lo cardinal en la economía agrícola venezolana, pero al igual que otros enfoques limitados o atados a “teorías necesarias” para la transformación de la realidad, resultó insuficiente para explicar la tenencia de la tierra en tiempos de Revolución y su urgente necesidad política de erradicar definitivamente la apropiación de la tierra por parte de la oligarquía.

Con este sucinto texto explico el por qué no haber usado la categoría "latifundio" en este ensayo; no obstante, el tema se retomará más adelante.

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