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sábado, 1 de diciembre de 2012





HISTORIA PARA FUNDAMENTAR (2) (Recorre el blog para ver la primera parte)

HISTORIA PARA USAR

Uno de los puntales claves de la eclosión, asentamiento, permanencia y justificación de cambios estructurales en las sociedades, ha sido el resultante del “uso” que historiadores (en el más amplio sentido de la palabra) han hecho de la historia.  En algunos procesos ha sido el “otro ejército”, la avanzada que fue ablandando y demoliendo verdades constituidas y derechos asentados, convertidos en poderosos obstáculos para las realidades que se trataban de imponer.  En dos casos cercanos que pondremos como ejemplo, lo lograron ampliamente:
Desde la segunda mitad del siglo XIX  los historiadores  e intelectuales pre y positivistas  tuvieron una participación decisiva en el asentamiento del Estado liberal oligárquico de América Latina.  Las antinomias “civilización y barbarie” y “orden y progreso”, marcaron el inicio y el final de las transformaciones planteadas.  Al mismo tiempo que los ejércitos “nacionales” acosaban y derrotaban a los caudillos “regionales”, metían en cintura a los trabajadores bajo relaciones de trabajo pre capitalistas convirtiéndolos en mano de obra capitalista, establecían relaciones internacionales exclusivas, garantizaban el funcionamiento fluido de la división internacional del trabajo, los intelectuales e historiadores positivistas remataban teóricamente al caudillismo, zahiriéndolo, responsabilizándolo de todos los males sociales y económicos presentes en América Latina, sin importarles que el modelo político era coherente con el modo de producción y era el único de los posibles.  Al mismo tiempo escribían la historia nacional, creaban los héroes y modelos de identificación nacionales, y toda la iconografía patriótica que evocaba lo nacional (es la época de las banderas, escudos, himnos nacionales).  Se atacó al caudillismo tan radicalmente, se le escarneció tanto, que si alguien quiere estudiar la época caudillista, toda la historiografía positivista es inútil para ello.
Un siglo después, en el último cuarto del siglo XX, los intelectuales e historiadores neoliberales hicieron lo mismo, actuando como vanguardia en la destrucción del “populismo” (el socialismo-comunismo se auto destruyó), para los propósitos de imposición hegemónica del neoliberalismo.  Y es que en América no eran provenientes de la ideología socialistas o comunistas los escollos más importantes que resistían la hegemonía del neoliberalismo, sino los resultantes de la ideología positivista, constituida en torno a regímenes cuya política económica significó el único intento de desarrollo económico capitalista independiente que se ha dado en América Latina, y por otros donde no se había dado con todo esplendor el modelo de "crecimiento hacia afuera" y el populismo subsiguiente, pero que imitaron los éxitos de la política económica populista.  Los historiadores (e intelectuales) que enfilaron su obra como caterpillar para abrirle paso al neoliberalismo pudieron seguir gozando de mucho prestigio, incluso entre los políticos de pensamiento radical, porque siguieron siendo evaluados por anteriores obras puntuales y no lo fueron por su obra ideológica destructiva... Uslar Pietri, por ejemplo.  No quedó aspecto populista que no fuera zaherido, y el objetivo se cumplió con todo éxito; el mayor insulto político posible, fue el de “populista”.  A un presidente latinoamericano de los 80 y 90 podía sonreír ante los calificativos de ladrón, asesino, genocida, pro imperialista... pero saltaba indignado si se le calificaba de populista.  ¿Populista yo? ¿Populista?  Más populista serán sus ancestros… y rabiaban.

No hay paradoja en la ingeniería inversa de la historia.  El uso para reforzar al estado liberal-oligarca fue desarmado un siglo después por quienes la usaban para abrir paso a los intentos hegemónicos neoliberalismo.  Para el modelo de globalización que se perseguía, era necesario destruir todo lo que apuntalaba a la soberanía e identidad, es decir, todo lo que los positivistas habían creado.  Y miren si lo estaban haciendo bien; quien lo dude, lea a, por ejemplo, Caballero.
Pero hay más sobre la necesidad de la historia en los procesos sociales.  Podemos añadir a la maraña de causas del fracaso de insurgencias contra el orden establecido, la ausencia de un correcto análisis histórico (maltrato generalizado de la historia), la introducción de conceptos dogmáticos no correspondientes con el proces histórico latinoamericano y la ignorancia negligente de la historia de las sociedades en cuyo seno se plantearon los cambios.  ¿O no fue esto parte de la derrota de la experiencia insurreccional de los años sesenta en América Latina?  ¿Lo discutimos?
Para nuestra fortuna como pueblo, no ha habido insurgencia más impregnada de historia que la que nos ha tocado vivir.  Ha sido su inspiración fundamental.  Y no me refiero solamente a haberse arrancado de la historia un destino nacional, ni a la ubicación correcta del proceso en la historia global de la humanidad en tiempos de la definitiva crisis del capitalismo; tampoco al develamiento del genuino pensamiento y auténtica praxis de precursores, libertadores y líderes de procesos históricos concretos, interesadamente ocultados o deformados.  Me refiero a uno de los más importantes logros de nuestro Presidente: haber acercado la historia al pueblo, haciéndola descender de los cielos académicos, donde era usada para la sumisión, para que, desacralizada, fuese convertida en instrumento cotidiano de liberación. ¡La historia para sus protagonistas!  ¡La historia para quien la construye día a día!  Así, la historia comenzó a ser socialmente útil.


...continuará


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