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sábado, 27 de junio de 2015



BUSCÁNDOLE LA MADRE A LA SEUDOBURGUESÍA RENTÍSTICA

(II)



En eso de estar buscándole la madre a la seudoburguesía venezolana se nos atravesó una noticia que no me reprimo en mostrar.  Aniquesos anuncia que pronto se agotarán “materiales” necesarios, por lo que la fabricación y distribución de quesos está comprometida, en lo que también incide la deuda que tienen con los proveedores internacionales.  ¡Mala leche!, porque los materiales que se están agotando son cuajos, fermentos, bolsas y repuestos, y en no se cuántos años fabricando quesos no han sido capaces de haber hecho surgir procesos industriales para la fabricación de insumos que no precisan de gran tecnología e inversión (nos consta) pero cuya provisión los hace participar en la apropiación de la renta petrolera.  ¿Se le puede llamar burguesía a los “industriales” de Aniquesos?  Compran leche barata en el mercado interno y la someten a procesos con tecnología conocida, añadiéndoles insumos importados y sobrepreciados,  determinando el precio de venta, no según los costos de producción,  sino con la referencia de los productos importados, caros a más no poder por intervenir en su comercialización mafias del mismo pelaje.  Y ay del gobierno si no les garantizan “la continuidad del flujo de insumos para que la industria no se paralice.
Fue este un ejemplo que se nos atravesó del desempeño de un sector de la seudoburguesía venezolana, que servirá para apoyar afirmaciones posteriores, porque ahora  nuestra búsqueda apenas va por el período colonial.
La burguesía se perfila definitivamente como clase durante la llamada Primera Revolución Industrial, y en ese tiempo éramos una colonia del reino español; por aquí, ni rastros de burguesía, y por las Españas, tampoco.  Allá, unos pujos de industrialización estatal desenfocados y socialmente en el aire, no hacían capitalismo ni modificaban el mercantilismo y la concepción señorial del trabajo que continuaban permitiendo la acumulación en los países donde reventaba la Revolución Industrial; aquí, algunas reformas económicas fueron introducidas, en función de racionalizar la economía para ponerla al servicio de la estrategia escogida para la metrópoli. 
 

En el caso de Venezuela, estas reformas que quizá hicieron crecer un poco las fuerzas productivas, provocaron la reorientación de la producción del contrabando a la legalidad del comercio con la metrópoli, lo que le valió convertirse en productora de excedente fiscal y dejar el papel de colonia improductiva, receptora de situado para atender los gastos burocráticos.  Los protagonistas de este cambio fueron los factores de la Compañía Guipuzcoana (empresa a la que se otorgó el monopolio comercial de la colonia) a quienes se les ha hecho valer como los inicios de la burguesía en nuestro país.  Pero nada más lejos de la realidad, pues de burgueses, ni pelo.  Los comerciantes, con su arte de comprar barato y vender caro sin agregar valor a la mercancía, han existido en todos los modos de producción, sin determinarlos.
El arribo de la Guipuzcoana lo que hizo fue arrebatarle el papel de comerciantes que los productores de bienes exportables habían ejercido por circunstancias históricas, con la generación de contradicciones que este despojo conllevó.  Exportados de contrabando por los productores criollos o legalmente por la Guipuzcoana, los productos objeto de estas prácticas eran producidos bajo relaciones de producción precapitalistas, conceptualmente y en la realidad.
Las relaciones precapitalistas de producción no cambiaron una vez que se produjo la independencia política.  A pesar de las promesas y  esfuerzos de personajes de la gesta, la esclavitud no se abolió, y sobrevivió como relación de producción fundamental, y en la medida en que fue debilitando, era remplazada por el peonaje, la aparecería y otras formas de relaciones de trabajo igualmente precapitalistas.  No fue sino hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando comenzó a aparecer el salario en algunos procesos de la producción de bienes agropecuarios exportables.  En algunas tareas urbanas y en la minería había aparecido antes, pero su condición de enclave y de afectar a un porcentaje pequeño de mano de obra, no le permitía calificar la formación económico-social.  El consumo de bienes del secundario era satisfecho por la importación y por la producción local bajo formas de elaboración artesanal, que no evolucionó a industria, por lo que de burgueses ni rastros.  Es más, las características del mercado hicieron que artesanales fueran los procesos de algunos de los espacios excepcionales de posible producción industrial que permitía la división internacional del trabajo impuesta, lo que veremos más adelante.
Y era que la oligarquía de la segunda mitad del XIX había aceptado sin cortapisas la imposición de los países industrializados de incorporarse al mercado mundial bajo una implacable división internacional del trabajo: los países de América se especializarían en la producción y exportación de bienes del sector primario, a cambio de la importación de bienes manufacturados, capitales y migrantes provenientes de los países industrializados.  Esta coerción extrema, aceptada por oligarquía, imposibilitaba que surgiese burguesía o algo parecido a ella, lo que quiere decir que el siglo XIX terminó sin antecedentes de esa clase de medio pelo que estamos tratando, que ha sido capaz de desfigurar la historia para justificar su posición menguada en la historia reciente del país.

Después de este tranco enorme, veremos en el próximo escrito cómo en la primera mitad el siglo XX aparece un sector social anémico y acomodaticio, que se autoproclamó burguesía y que evolucionó hacia la nada en la segunda mitad del siglo.















Enlace de este artículo en La Colmena
http://pedrogrima.blogspot.com/2015/06/buscandole-la-madre-la-seudoburguesia.html


Primera parte, AQUÍ:

http://frontinoso2.blogspot.com/2015/04/fedecamaras-antro-de-la-seudoburguesia.html#links


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