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martes, 27 de diciembre de 2016


CULTURA ENVUELTA EN HOJAS DE PLÁTANO

Las hallacas de Doña Félida





Soy de los pocos que no se ha rendido a la harina de maíz industrializada en eso de la masa para las hallacas.  Sigo cometiendo el absurdo de elaborarlas con maíz-maíz, “como antes”, práctica que en mi familia quizá desaparezca conmigo, porque si bien descendientes aprendieron a hacerlas así, creo que no se animarán a repetirlo… mucho trabajo para la diferencia, porque sencillamente las hallacas con esta masa no son mejores ni peores, sino sólo diferentes a las hechas con maíz procesado industrialmente.  En diciembre pasado –2015, mientras las hacía, se me ocurrió documentar el proceso, no sólo el de la masa, sino el del tipo de hallaca que heredé de mis antepasados, con las implicaciones culturales que rezuman.  Este año, paradójicamente cuando por primera vez en mi vida me faltaron recursos para elaborarlas, lo publico tratando de que no resulte una receta escueta mas, sino una narración de la forma de hacer en mi familia este plato navideño.
Entre los tipos de hallacas existentes, las clasificaré como andinas, tachirenses, yegüineras y pelayas –región, estado, pueblo y familia; y dentro de la familia, las de mi madre, doña Félida, iguales a las de mi nona Salomé, iguales a las de su madre, la nona Julia, y así más atrás.
LA MASA
La masa de estas hallacas es lo esencialmente diferente y se puede decir que hay que ponerle mucha dedicación.  No todo el maíz es apto; el adecuado es el redondo de clima frío (también llamado “chiquito” o “huevito”) F-1, quizá más farinoso que otras variedades de maíz de climas cálidos. 
Se lavan cinco kilos de maíz, sumergiéndolo en agua, retirando los granos y residuos que floten. F-2 y 3 Se hierve agua y se cocina el maíz, hasta que ablande, cuidando de no exagerar; cuando el grano se pueda aplastar con facilidad F-4, ya está.  Se deja reposar en un poco de agua.
 
F-1
F-2

F-3
F-4

Ya frío, “se muele grueso y se repasa fino”… recomendación que valía para cuando se molía en máquina Corona (en mi infancia escuché hablar de mucho antes, cuando se hacía en “la piedra de moler”).  Ahora, sencillamente se muele fino,  F-5 y a la masa resultante se le agrega agua hasta apenas cubrirla; se restriega fuertemente en esa agua de manera que se hidrate muy bien y luego se tamiza, de manera que el residuo que queda en le tamiz resulte lo más deshidratado posible. F-6  A la fina masa tamizada, se le agrega el aliño y la sal.

F-5
F-6

(El tamiz debe ser de malla de alambre fina enmarcada en madera, de un tamaño suficiente para poder trabajar con facilidad.  Puede remplazarse por un colador metálico grande, de malla fina)
Aliño de la masa: ¾ k de cebollín, finamente picado. 2 cabezas de ajo, machacados, sofritos en manteca achotada.
Para preparar la “manteca achotada” se fríe tocino en trocitos, como para chicharrones andinos. F-7  Existe el riesgo de que haciéndolo se ahume, por lo que hay que cuidar que no suceda.  A la manteca caliente, se le introduce suficiente achote –onoto– en una achotera, agitándola para que suelte el color (se le puede colocar directamente, pero hay que colarla antes de que comience a solidificar). F-8 Como la manteca achotada se utiliza también en el guiso y en la preparación de las hojas, hay que hacer la resultante de freír entre 0,75 y 1 k de tocino.

F-7
F-8
La masa, mezclada con el aliño, sal suficiente y unas tres cucharadas de manteca achotada, F-9 se lleva al fuego, removiéndola con una paleta casi permanentemente, cuidando de que no se pegue en el fondo de la olla, a lo que propende, hasta que comienza a hervir (erupciona en burbujas). F-10  Se retira del fuego y se deja enfriar, pues fría es cuando adquiere la densidad adecuada.

F-9
F-10
EL GUISO
Se trata de hallacas de cochino y gallina, lo que tiene una explicación práctica: eran las carnes con que contaban los campesinos en su casa; la de res tenían que comprarla y no era barata.  Para la cantidad de hallacas prevista, se utilizan cuatro kilos de pulpa de cochino, que se pica en trocitos de un tamaño no mayor que 2 cm, se sala al gusto, se le agrega ajos machacados y se separa. F-11 La carne de tres gallinas criollas también se corta en cubitos, se sala y se le agrega aceite. F-12

F-11

F-12
 La cebolla (1,5 k), el pimentón (1,5 k), el celery (200 g, sin ramas), el ajo porro (150 g), el cebollín (300 g de tallos) y los ajíes (25 unidades pequeñas), se pican finamente, por separado.  Los ajos (150 g) se machacan.
En un caldero con suficiente aceite y una cucharada de manteca achotada se sofríe la cebolla con una rociadita de comino, hasta que marchite; se le va agregando, en este orden, el celery, el ajo porro, el cebollín y el pimentón, y se sala al gusto.  Logrado el punto adecuado, se baja del fuego e inmediatamente se le agrega los ajos, los tallos de perejil y los ajíes, mezclando todo. F-13 Se deja enfriar, se divide por la mitad y cada porción se mezcla con las respectivas de carne de gallina y de cochino. F-14

F-13


F-14
Estos dos guisos se dejan reposar por un día, para que asienten el sabor y, más o o menos una hora antes de comenzar a armar las hallacas, se le agrega a cada guiso ¼ de litro de vino de cocinar.  La finalización del guiso debe coincidir con el de la masa, pues el reposo de los guisos y el enfriamiento de la masa lleva el mismo tiempo.
Preparación de las hojas:
F-15
Las hojas (20 k) deben estar muy bien asadas, para que sean lo suficientemente flexibles y no se rompan con los dobleces ni con el hilo con que se amarran.  Se lavan muy bien y se cortan para su máximo aprovechamiento. F-15 Cuando se van a usar se untan con aceite o manteca achotada.

Preparación de los ingredientes:
Los garbanzos deben haber previamente sido cocinados con sal; el tocino trozado en cubitos pequeños, F-16 las pasas hidratadas en vino o agua, las alcaparras y aceitunas, lavadas para quitarles el vinagre.  Estos y los dos tipos de guiso se colocan en recipientes separados para asegurar que cada hallaca lleve de todo y en proporciones iguales, dispuestos en la mesa de trabajo de manera que quienes las arman puedan tener acceso fácil a cada uno de ellos. F-17

F-16
F-17
Pasas, aceitunas y alcaparras eran los ingredientes extranjeros de las hallacas, pero en Los Andes no les faltaron desde finales del siglo XIX.  La presencia de inmigrantes corsos e italianos y la capacidad adquisitiva generada por el café, propagaron su uso en la zona, al igual que otros alimentos y bebidas como carne en pote –spam, sardinas, queso de Flandes, aceite de oliva, vino y brandy.
Armado de las hallacas:
En una porción de hoja limpia con aceite o manteca achotada se extiende un poco de masa y sobre ella se coloca por partes iguales guiso de gallina y cochino, y sobre estos, los demás ingredientes: dos garbanzos, un cubito de tocino, tres o cuatro pasas, una o dos aceitunas, una alcaparra, F-18 y se envuelve cuidadosamente en la hoja; F-19 ese primer paquete se envuelve en otra hoja, que se amarra con pabilo.  La envoltura y el amarre F-20 debe hacerse de manera que las hallacas queden estancas y cuando se cocinen no les penetre agua.  De mi nona Salomé para atrás, se amarraban con bejuco o con la vena de la misma hoja de plátano. 

F-18
F-19
F-20
F-21
 Se llevan al fuego vivo durante, mínimo, 3 horas de hervor, en una olla bien tapada, con el fondo y los costados recubiertos con hojas de plátano, con las que también se cubren las hallacas.  Si el agua se evapora, se completa con agua caliente, nunca fría.  Al estar listas, se sacan del agua restante y se dejan enfriar.  Es conveniente un reposo de varias horas antes de comerlas, pues “asienta” el sabor y la masa adquiere la consistencia óptima.
En la división del trabajo que suponía la elaboración de las hallacas, los hombres asaban las hojas, amarraban las hallacas y cuidaban todo lo relacionado con cocinarlas; el resto era trabajo de las mujeres.  Se elaboraban entre el 23 y el 24, para comerlas el 24; y entre el 30 y el 31, las del año nuevo… no tenían modo de refrigerarlas.

 (Primera versión, editable)
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