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jueves, 10 de septiembre de 2015


 
Optimista, pesimista o todo lo contrario


Alejándome lo posible de considerar patologías, y por muy maniqueo que parezca, me atrevo a afirmar que en la actual crisis del ensayo socialista, mientras más alto el cargo que se ejerza, mayor optimismo.  Esta postura se genera en la necesaria coherencia entre objetivos sublimes y esfuerzo por lograrlos a pesar de las dificultades, que es exactamente lo que se persigue cuando se ejerce el poder.  Pero el poder mismo puede obstaculizar la visión panorámica, llegándose hasta el extremo de la visión de túnel, según sea las gríngolas que se use; la más oclusiva es la oleada de optimismo que se recibe de abajo hacia arriba, desde quien ejerce el poder de manera más puntual y local, que lo adquieren de los beneficiados de su acción, subiendo, hasta los colaboradores más cercanos a los cargos supremos.  En situaciones normales, ese optimismo puede ser inocuo, mientras no se convierta en hipertimia; en momentos de crisis, es nefasto.
Cuando en las crisis el análisis de una situación no se hace desde posiciones distanciadas del optimismo, el resultado puede ser fallido, y para mejorar el punto de partida del análisis, no hay como oír a los pesimistas de buena fe, quienes suelen conservar la visión de totalidad.  No se trata de confrontar dos valores éticos, ni mucho menos enfrentar dos adversarios; no se trata de la imposición de puntos de vista y descalificaciones a mansalva, porque la condición sin la cual no, es perseguir los mismos objetivos estratégicos, compartiendo los mismos valores.  Se trata de realizar el análisis entroncando dos visiones de la misma realidad, sin prejuicios, sin obsesiones.
Cuando hablamos de análisis, lo hacemos de los imprescindibles, como el de entrompar la coyuntura electoral en la que estamos.  Un examen de la campaña hasta el momento, nos hace percibirla como producto de un análisis exageradamente optimista y, en lo regional, como suele suceder, una falta absoluta de iniciativa, en espera de que desde Caracas den la partida y se trace una campaña homogénea, que no tiene en cuenta nuestras especificidades.
Aquí estamos, advirtiéndolo a tiempo, por amor a lo que Chávez significó para la recuperación de la utopía del socialismo, deseando que la acción de gobierno y la publicidad, propaganda y agitación se articulen en un todo, para conformar una campaña que evite un desastre electoral regional, que es lo que desde fuera del gobierno percibimos.  ¡Díganlo si no! 

















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