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viernes, 10 de abril de 2015



ALDANA NO ESTÁ AQUÍ, LA BURRA NO SE VENDE



Hermosa casa a la vera del camino, con corredor empedrado y banca larga para pasar el rato o ir apresuradamente a sentarse como si horas se llevase allí, cuando se percibía un trote de caballo, un grito de arriero, el latido de los perros de la casa de más arriba, señales inequívocas de que alguien venía camino a Yegüines, y poder averiguar.  Petra era asidua del corredor, pero le estaba vedado el placer del chismorreo, porque era sorda como una tapia; pero lo que le faltaba de oído le sobraba de vista, y su placer era escudriñar la ladera de la montaña del frente, para deleitarse con los cambios de las tonalidades de verde, ver meterse o retirarse la neblina y hasta descubrir cualquier presencia, como la vez que oteó una lapa y dio el aviso para que la fueran a cazar.  Esa noche comieron locha, porque la lapa no apareció, pero un venadito bien formado se puso a tiro de escopeta.
Por su condición, siempre la sorprendían los viajeros cuando aparecían en el trozo del camino que se dominaba desde la banca, y sin detenerse o haciéndolo muy brevemente, saludaban, preguntaban, bendecían.
–Buenas tardes le de Dios. ¿Falta mucho para el pueblo?, requería un viajero con aspecto de cansado.  –Aldana no está aquí, la burra no se vende, ripostaba Petra.
–Las ánimas me trajeron con bien, y así me han de llevar.  La quebrada estaba turbia y no llené la tapara, sería que me puede dar agua que mi Dios se lo agradecerá… Y Petra, –Aldana no está aquí, la burra no se vende.
–¡Hijuele solazo! Parece de julio y apenas estamos entrando en marzo, pero así y todo que las tardes sean muy buenas.  –Aldana no está aquí, la burra no se vende.
–Buenos días mi doña, me dijeron que por aquí hay una finca en venta y estoy interesado… –Aldana no está aquí, la burra no se vende.
Y así, ante todas las gesticulaciones sin sonido de quienes transitaban el camino, Petra repetía –Aldana no está aquí, la burra no se vende.  Y era que Aldana, unos días antes le había hecho entender, entre señas y gritos, que si alguien venía y preguntaba por la burra, le dijese que él estaba ausente y que la burra no estaba en venta.
Cualquier parecido de esta historia de Yegüines con la realidad de los dirigentes y militantes de la ohposición, es mera coincidencia.  La sordera total los encallejonó en la misma retahila sobre el régimen, sin ton, son ni cordura.






















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