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lunes, 16 de marzo de 2015




¡OHBAMA!... O LA VENTOSIDAD DEBAJO DE LA COBIJA



La caterva de presidentes recientes de EEUU tiene un denominador común, la ignorancia.   Tan instaurada en cada uno, es difícil deducir si Bush era más ignorante que Clinton o menos que Carter; si  Johnson lo era más o menos que Reagan o si se trataba de la misma bobera u otra distinta.  Unos la reflejaban en la cara, tan atochados eran; otros parecían  vivos pero eran solemnes pendejos.  Fueron por el mundo dejando a su paso subproductos de esa ignorancia, para solaz de los medios que, haciendo hincapié en ello, ayudaban a soslayar la letalidad de sus acciones. 
La estolidez no es óbice para que sean millonarios y cobren caro por memorias,  conferencias, clases, por insulsas que sean,  porque quienes pagan en el retiro recibieron antes trato favorable.  Tampoco debe admirar que mientras más estúpidos, más comprometidos con el complejo industrial militar, las trasnacionales monopólicas, el sionismo y con el ejercicio del imperialismo que esto conlleva y que conduce a invasiones, genocidio, asesinatos y el reguero de miseria que siempre hemos contemplado.

Y es que los norteamericanos no tienen alternativa.  La minoría votante lo hace bajo niveles de manipulación no presentes en sistemas semejantes, y hasta al fraude está sometida; son los intereses de la cúspide del capitalismo quienes imponen presidentes y  que de vez en cuando colocan un señuelo que ofrece un mínimo de cambios, relacionados con las situaciones más escandalosas del ambiente político.  Por este espantapájaros corren a votar los más “críticos” del sistema, quienes bien pronto entran a sufrir de frustración terminal ante el burdo incumplimiento de lo ofrecido.  Es el caso de Obama, que con sus  promesas se aseó íntimamente, y está estrujando el pañuelo usado en la cara de sus frustrados electores.  De paso, introduzco una afirmación que bien cabe aquí: tiene más opciones políticas, y por tanto mayor criterio para emitir su voto, un indígena de la Amazonía boliviana que un elector de Filadelfia, “cuna de la independencia norteamericana”, afirmación que estoy en capacidad de defender.
En este momento,  la diplomacia norteamericana nos tiene al borde de una guerra que puede ser la última.  La estupidez de Obama, su desconocimiento de la historia, la sobrevaloración del poder militar de EEUU, que influyen para que los “consejeros”, verdaderos receptáculos de la “sabiduría política” de los monopolios que realmente gobiernan, lo hagan actuar como un pelele.  Si China y Rusia estuviese gobernados por seres semejantes, perturbados y majaderos como Obama, ya estaríamos amolando las piedras para la próxima guerra.

En el caso venezolano, en la agenda de la petrofagia del imperio y afectada por el viraje reciente de la prelación del control absoluto del petróleo en el mundo, no era el momento de blandir el garrote.  Obama lo hizo y despertó estruendos que retumbarán durante bastante tiempo en los oídos del imperialismo.  En el mundo, las naciones callaron con complicidad evidente, u optaron por aliniarse con la Venezuela amenazada, y los pueblos están demostrando que no pueden dejar destruir la reserva de esperanza que significa el proceso venezolano.  En nuestro país, la bravuconada sirvió para la renovación de votos antiimperialistas, la imposición de camisas de fuerza, el ejercicio de la vergonzante actitud de opinar bajo parámetros acomodaticios y el poner en evidencia el descaro del entreguismo y la complicidad.  Todo lo anterior, en el ámbito de las actitudes y declaraciones, sin entrar a analizar los perjuicios ocasionados a los supuestamente beneficiados, que están echando  chispas por las orejas por el “favor” recibido.
Muy lejos de afirmar que no existe el peligro de invasión o que la fuerza armada no pueda parir emergentes para plegar a los designios del imperialismo nuestra Patria; todo lo contrario, considero que Venezuela sí es una amenaza para el imperio, que si no mlitar, igualmente letal; y reconozco esos peligros como riesgos históricos, que para sobrevivirlos es necesario mantener la preparación para la guerra asimétrica, colocando a fuerza armada y pueblo en el trance permanente de defender la Soberanía, y ajustar la participación en las agresiones de cuarta generación de que estamos siendo víctimas.

Lástima que en nuestra realidad inmediata la coyuntura política no haya sido aprovechada integralmente para debilitar posiciones enemigas, falla que debe atribuirse a la manifiesta incapacidad de quienes dirigen la información, propaganda y agitación, que ni lavan ni prestan la batea.



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