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domingo, 1 de diciembre de 2013

RÁFAGAS DE KALASH

A QUIEN LE QUEDE BUENO ESTE GUANTE, QUE SE LO PLANTE


La mala conciencia de quienes les sobra, alimentada con la militancia en una religión que la recomiende, lleva a la caridad.  Además de aplacar la conciencia, otorga méritos para presuntos premios sobrenaturales.  Cuando se mezcla con la justicia, ya está escapando hacia un plano superior del concepto de reparto de los bienes terrenales.

Solidario soy cuando la suerte de mis "perfectamente iguales" es mi suerte, y esa igualdad perfecta puede ir desde el espíritu de grupo hasta la humanidad entera, y entonces comienza a vaciarse del contenido original.

La justicia, en cambio, parte de una concepción sobre la propiedad, sobre todo de la de los bienes de producción, y de la consideración de la equidad como principio de distribución.  La equivalencia entre estos conceptos, el pretender hacer coincidir justicia con caridad o solidaridad, siempre conlleva intereses de por medio.

El asistencialismo es la política de Estado de protección social, de atender determinadas carencias que diferencian la población, y lo puede hacer por caridad o por justicia.  Hacerlo por justicia es una actitud provisional, mientras se soluciona definitivamente las desigualdades que lo originan; es decir, es la política del estado revolucionario, en camino al Socialismo.

Hasta aquí, bien por los gobiernos que practican el asistencialismo, porque es absolutamente necesario, una deuda social con los pueblos,
mientras se construye una sociedad de iguales.  Pero, pero, pero, aquí viene el pero, asistencialismo no construye Socialismo y debe tener unas características muy difíciles de cumplir para que sirva para mantener votaciones que permitan continuar por la lenta vía de la democracia burguesa construyendo el Socialismo.  Yendo a la médula, asistencialismo tampoco amarra definitivamente votos.

Por eso, sustentar buena parte de las expectativas de un triunfo electoral, soportar candidaturas o construir liderazgos sobre el asistencialismo, es en extremo riesgoso.  Lo que amarra votos y sostiene revoluciones, es el convencimiento doctrinario de los individuos organizados, y ese convencimiento doctrinario no se origina necesariamente en el estómago.  Me dirán que tampoco amor con hambre dura, pero si amor con hambre no pudiera durar, la experiencia revolucionaria cubana hubiese finalizado abruptamente durante el "período especial", cuando el hambre golpeó a los patriotas cubanos, o Stalingrado se hubiese rendido ante el primer ataque nazi.


¿Por qué, entonces, colocar el asistencialismo en una jerarquía superior a todo lo que conlleva a la formación doctrinaria de los revolucionarios?  ¿Por qué no hacer coincidir asistencialismo y formación?... me pregunto yo, sin ahondar casi nada.

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